He pensado mucho en tu respuesta de aquel día en que te conté que, por fin, había iniciado el camino de mi sueño con una gente que se hacen llamar Las Crisálidas.
    Como tú y yo somos de generaciones distintas; tú bastante más joven, me respondiste que todo eso estaba muy bien, pero… “todavía es pronto para mí”.
    Le doy muchas vueltas a tus palabras y cada vez veo más claro que en ese sueño cabe toda la gente: la que viene a título individual, la que llega caminando junto a otra u otras personas. También si vienen con hijos, pequeños o mayores. Siento que la diversidad, bien armonizada y aglutinada, es un potencial digno de explorar. Es antesala de riqueza, progreso y permanencia.

  Si cierro los ojos, me encanta ver a la chiquillería jugando en la pradera, a la orilla del río, no muy lejos de mi casa. Allí están sus padres, y también corren algunas de sus mascotas.

Al poco rato salgo a pasear y me acerco para ayudarles a coger la pelota que ha caído al agua o quedó “encalada” (*) en un árbol. Me gusta imaginar que les hablo de cuando en mi infancia jugábamos a los bolos o a las canicas y de cómo eran esas interminables y emocionantes partidas. Luego aprovecho para comentar con sus padres la propuesta que van a presentar en la próxima asamblea comunitaria… Esos agradables momentos compartidos al aire libre dan paso a otro de reconocimiento cuando me acerco a la biblioteca para continuar con el libro que llevo a mitad. Por la tarde tenemos reunión, en nuestras instalaciones, con la asociación de vecinos del barrio. Me siento activo y útil.

Ya ves, amiga mía, en mi visión toda persona, animal o elemento del entorno natural y social tienen su lugar y, como en la línea de la vida, cada generación también ocupa el suyo.

Todos compartiremos el presente que construyamos juntos y, en su momento, cuando algunos caminemos por el tramo final, ahí estaréis tú y tu gente, haciendo posible la continuidad de este espacio físico y emocional. Y así se podrá repetir con quienes a ti te sucedan…
   En el transcurrir de este sueño compartimos lo que queremos y sabemos. Y siento que vale la pena.
    Espero verte algún día en Las Crisálidas.
    Un abrazo, mi joven amiga.


(*) Así decíamos en Jaca, de niños, cuando algo con lo que jugábamos quedaba atrapado en un balcón, terraza o árbol; fuera de nuestro alcance y con difícil acceso.

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