Siempre podemos emprender otra vida. Sin miedo al cambio

 

También los que vivimos en pareja optamos, al menos algunos, por participar en proyectos ilusionantes como el de Las Crisálidas. ¿Qué nos mueve a ello si ya tenemos compañía? Hay otras cosas que nos motivan. Evidentemente cuando nos vamos haciendo mayores vamos dejando atrás aspectos de la vida que antes vertebraban nuestra actividad. En primer lugar el ámbito laboral, del que además conviene poner terreno de por medio ahora y saber que nos podemos dedicar a otros menesteres más gratificantes y placenteros. Se nos abren las puertas para hacer todas aquellas cosas que no hemos podido hacer en nuestra época de prioridades laborales. Quizás nos gustaría, por primera vez en mucho tiempo, hacer sólo lo que quisiéramos realmente hacer. Poder contestar como Bartleby: «Preferiría no hacerlo» ante propuestas o situaciones en las que no nos encontramos a gusto.      

También en el ámbito familiar las cosas han cambiado, nuestros hijos han levantado el vuelo y aunque seguimos vinculados afectivamente a ellos y a los nietos, si los tenemos, y por los que a menudo sentimos verdadera debilidad, vemos que necesitan su propio espacio y tomar sus propias decisiones. Decía Freud que para ser uno mismo hay que matar al padre, lo decía en sentido figurado o metafórico, es decir para poder afirmar nuestra personalidad es necesario romper las tutelas y las dependencias anteriores. Pues bien, algo así tenemos que hacer en nuestra situación de mayores, ser capaces de vivir por y para nosotros mismos, emprender un nuevo proyecto, reinventarnos y afirmarnos para disfrutar de un envejecimiento activo, sin trabas.      

En los proyectos de viviendas colaborativas senior suele haber una gran proporción, mayoritaria casi siempre, de personas que vivían solas por propia elección o por avatares de la vida: separaciones, divorcios, viudedades, etc. Pero como decíamos más arriba también para las parejas es muy atractivo compartir espacio, actividades, charlas, paseos, comidas… en una sola palabra, la vida, con otras personas que tienen parecidos intereses.      Las parejas solemos cuidarnos mutuamente pero también echamos en falta las amistades con otras personas que vivan cerca y que compartan con nosotros una vida activa e ilusionante, los placeres de las comidas y sobremesas bien conversadas, los paseos en grupo, los juegos de mesa, en fin la vida amigable.      

Además, sin que sea lo esencial, a los emparejados, de forma previsora, nos gusta pensar que, caso de que alguno de los dos falte, la otra parte de la pareja va a seguir teniendo alrededor apoyos, todo un colchón afectivo que le va a permitir superar esa ausencia mucho mejor.

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