Conforme avanzamos en nuestro proyecto vamos atravesando por distintos estados de ánimo. Por una parte, la emoción de que cada vez vemos más cerca la realización de nuestro sueño. Por la otra, la inquietud que nos producen los cambios que se avecinan. Cambiar de residencia y convivir con otras personas son decisiones que se suelen tomar en la juventud o primera madurez. Nosotros somos tan osados como para planteárnoslo en nuestra segunda madurez. Y eso, a algunos nos hace temblar las piernas.
Se percibe esa inquietud en las conversaciones informales: ¿podré pagarlo? ¿estaré a gusto? ¿nos darán un préstamo? ¿cuánto podré recuperar si decido abandonar? ¿intergeneracional o senior? ¿mascotas? ¿niños correteando por los pasillos? Todos nos hacemos las mismas preguntas. Ese nerviosismo es inevitable, pero también favorece que estemos alerta, que nos interesemos por los detalles, que participemos en debates y trabajos de las comisiones.
Mientras incrementamos la actividad para encontrar un solar adecuado, emprendemos a la vez la constitución de una cooperativa de consumidores y usuarios, fórmula que parece la más adecuada. Elaborar unos estatutos para la misma y —lo que es casi más importante, un reglamento de régimen interno— son nuestras tareas más inmediatas.

Integrarnos en esa cooperativa sin tener todos los datos produce cierta desazón pero, sin embargo, ha quedado claro que es necesario disponer de una personalidad jurídica que nos permita adquirir un solar cuando encontremos el adecuado, sin que la compra se malogre por razones legales.
Lo principal que debemos tener claro es nuestra intención de convivir en una comunidad colaborativa y autogestionada. Si esta voluntad la tenemos clara, la pertenencia a la cooperativa solo supondrá, en principio, la aceptación de sus estatutos y la aportación de una cantidad reducida como capital social, la cual podría recuperarse en caso de abandonarla, según las normas que establezcamos en los estatutos.
Después, cuando se produzca el hallazgo del solar ideal, vendrá el momento de aportar cantidades para su adquisición, elaboración del proyecto e inicio de la construcción. A la vez tendremos que tener listo un plan de viabilidad bien trabajado que nos de acceso a un crédito bancario.
Pero para entonces ya tendremos una visión clara de dónde, cómo, con quién y a qué precio y podremos tomar la decisión con toda la información necesaria.
Mientras tanto, aprendamos a vivir con ese cosquilleo en el estómago. Es señal de que seguimos vivos.