Hemos quedado las dos para tomar un café y ver si aclarábamos algunas ideas acerca del reparto de costes, que tanto preocupa, en general, al grupo.      

Conforme íbamos hablando, hemos visto que era mejor empezar separando el capital humano y el capital económico.      

El capital humano es lo esencial y valioso de nuestro proyecto. Lo que lo diferencia de otros semejantes propiciados por entidades privadas. Y este capital humano se mide por lo que las personas socias aportaremos a la cooperativa: nuestro esfuerzo y colaboración, ilusión, energía, ganas de vivir, ayuda, distintas capacidades… y, desde ese punto de vista, es mejor que no seamos todos singles o todos parejas. La variedad enriquece y abre posibilidades.      

Además de su valía individual, las parejas no sólo aportan número: cada uno de ellos juega un papel primordial en los primeros momentos del cuidado. A su vez, el grupo les abre una nueva etapa y les proporciona apertura, arropo y seguridad en un posible futuro con problemas de salud.

Pero somos human@s, y por supuesto nos preocupa lo material. Poder asumir los gastos con los que nos vamos a comprometer y no pasar una vejez de penuria.      

Pasamos al capital económico.      

Los esquemas en que nos basábamos desde el principio para el reparto de costes ya no valen, pues no vamos a ser una cooperativa de viviendas sino de consumo y servicios. El reparto no puede ser en su totalidad por unidades habitacionales, sino que algunos conceptos tendrán que ser por personas socias, pues seremos consumidores individuales los que los utilicemos.      

En el caso de la vivienda, sí coincidimos en un pago por unidad habitacional, que será proporcional al número de metros habitables, la usen 1 o 2 soci@s, pues en este caso siempre pasará a ser un espacio compartido.      

También se pagaría por unidad habitacional los espacios de tránsito: pasillos, ascensores, etc., pues éstos son proporcionales al número de viviendas que hay en el edificio, no a cuántas personas viven dentro de cada una de ellas.      

La disparidad está en los espacios comunes. Si consideramos que somos usuarios individuales, tanto las zonas comunes arquitectónicas: comedor, gimnasio etc., como el equipamiento y mobiliario: cocinas, lavadoras, mobiliario de comedor y zonas comunes, etc. deberían ser repartidos de forma alícuota entre todas las personas socias que los van a utilizar de forma individual.      

Hay quien dice que todo tendría que tener la capacidad como para que pudieran vivir dos personas en cada apartamento. Pero, según el tamaño de estos, es muy difícil que puedan entrar a vivir dos personas. Al igual que será muy bajo el porcentaje de los singles que se conviertan en familiares tras el ingreso en la cooperativa. En cualquier caso, una nueva persona socia tendría que cumplir con los compromisos económicos que se marquen en los Estatutos y el Reglamento de Régimen Interno.      

El reparto de los gastos de mantenimiento, servicios, etc, faltan años para que empecemos a asumirlos, ya se distribuirán en un futuro.      

Sabemos que este debate va a llegar, ¡y pronto! Creemos que tod@s queremos llegar a un acuerdo, pues no sería fácil la convivencia si alguien se siente “abusado” o injustamente tratado. Se supone que queremos pasar nuestra vida junt@s, envejecer y ser lo más felices posible. Por eso no es posible empezar guardando resquemores que enturbien y algún día salgan a relucir. Tenemos mucho por vivir.

Concha: Me encantaría que hubiera parejas de diferente índole.      

Pili: Y a mí vivir con singles con diferente bagaje.      

Nosotras, single y familiar, sabemos que podríamos ponernos de acuerdo ¿Y tú?

Pili Cordero y Concha Nasarre

Compartir en
Esta entrada fue publicada en y etiquetada como . Agrega a marcadores el enlace: .