(Sobre las relaciones)
A lo largo de los años nos vemos inmersos en multitud de relaciones: laborales, de amistad, de pareja, paterno filiales… y también tóxicas. Innumerables relaciones. Unas son más intensas y cortas que otras, otras de mayor calado y más duraderas, aunque todas evolucionan con el tiempo y en ocasiones se transforman sustancialmente.
Desde que nacemos estamos inmersos en ellas, nos vienen impuestas o voluntariamente las iniciamos. Salir de ellas puede ser más o menos complicado, casi más que cuando las comenzamos y con cierto coste emocional si no sabemos gestionar bien los tiempos, ya que casi todos sentimos desasosiego cuando se rompen lazos y podemos tener alteraciones en nuestra personalidad, y ni que decir que en nuestro carácter. A veces abandonar una relación abruptamente puede ser lo mejor, nuestra salvación, sobre todo si es una relación tóxica y ello sirve para el resurgimiento de nuestra identidad.
Nuestras relaciones nos identifican, condicionan y humanizan, y sus interrelaciones son numerosas sin podernos preservar de sus efectos, solo algunas personas con un alto grado de conciencia y control mental son capaces o podrían ser capaces de aislarlos. El desarrollo de una relación que no sigue nuestras expectativas ocasiona cierto sufrimiento y problemas.

Y… a estas alturas del escrito os preguntaréis: ¿a qué viene esta reflexión de alguien no “docto” en la materia? Os diré que surge al hilo de haber visto el largometraje “La hija oscura”.
“… drama psicológico dirigido con precisión por Maggie Gyllenhaal, que llega con tres nominaciones a los Oscar: guion, y para dos de sus actrices, Olivia Colman y Jessie Buckley.”
La película se basa en una novela del autor/a Elena Ferrante.
La relación de una madre con sus hijas la somete a la disyuntiva de renunciar a su carrera profesional como factor de desarrollo personal o dedicarse a una vida familiar que le absorbe y a la que socialmente se ve abocada por su rol de madre. Su elección le llevará, en un futuro viaje a Grecia, a revisar su vida y relación con sus hijas, cuando la revive observando las relaciones de una joven madre. Las dos se observan y reflejan sus carencias en la otra. La maternidad vivida con cierta culpabilidad nos hace replantearnos la necesidad de revisar las relaciones materno-filiales en pos de un mejor desarrollo personal de la mujer.

Cuando nuestro proyecto sea realidad, muchas de nuestras relaciones ya maduras se verán condicionadas por las que se darán. Deberemos ser muy conscientes y decantarnos por aquello que nos desarrolle personalmente en ese momento, por aquello que nos permita “volar” aunque rompamos viejos clichés atribuidos a personas mayores.
LA HIJA OSCURA 2021
Directora: Maggie Gyllenhaal