No, no asustarse porque este título parezca provocador. No tiene ningún matiz político que pueda molestar a nadie. No es esa mi intención. Es solamente porque quiero hacer llegar un GRACIAS muy grande a quienes me ayudasteis a llegar, allí tan arriba, donde el cielo se junta con el lago, con la niebla, con “las Crisálidas cuidadoras”, empujando, tirando de mi con fuerza (¡soy muy pesada!) para llegar al lago. Hacía muchos años que no conseguía llegar a ninguno. Por dificultades físicas, pero también por miedo a quedarme varada a mitad camino y no poder subir ni bajar. Pero vosotros (es plural inclusivo, pero no pasa nada, es un detalle hacia las minorías) lo conseguisteis, ¡y no sabéis cuánto lo disfruté y cuánto lo agradezco!
Es curioso cómo las dificultades, cuando no son problema, se olvidan. Subí hasta allí hace ya unos cuantos años y por eso, me animé alegremente a subir y a coger la telecabina y luego ¡hale, al trenecito, a disfrutar de una mañana preciosa! Y luego… al lago d´Artouste…
Y me sorprendió el no encontrar el lago allí mismo, nada más bajar del tren. Pero… tenía tantas ganas… que sin medir fuerzas, emprendí la cuesta hacia arriba, y a las pocas escaleras vi que aquello ¡no era para mi!. Pero Conchi, que sabía cuánto me apetecía, me animó, me cogió del brazo y continuamos la ascensión. Y allí vino lo estupendo: las manos, los brazos, los pies y las fuerzas de las Crisálidas aupándome, junto a las que acompañaban dando ánimos paso a paso hasta el borde del embalse, y… ¡a bajar después, que aún era más difícil!

Y ya os lo dije: “No volveré a hacerlo más”. Pero me llevo la seguridad y así quiero decíroslo, que no hay que preocuparse por el tema de los “cuidados” en la Casa de Las Crisálidas, qué si sois capaces de hacer esto, solo por regalarle a una persona la gozada de este asalto a los cielos, ¿Qué no haréis, que no haremos, para cuidarnos unos a otros cuando sea necesario?
¡Muchas gracias!