En mi paseo diario al borde del mar, hoy me he sentado frente a la escultura “Solidaridad”, de Pepe Noja, con el Cantábrico al fondo, cuyas olas, hoy mansas, hacían que destacara mucho más el cielo azul y despejado, que empezaba a cambiarse por el violeta y luego por el rojo veraniego. Es de acero inoxidable, que “refleja toda la luz que le llega. Son cuatro eslabones con apariencia de cadena, que significa la unión, pero que están abiertos, por lo que también significan libertad: No pierden su autonomía ni su libertad, simbolizan la unión por encima de ideologías y discrepancias, y una muestra de respeto a la diversidad y a la pluralidad” (Luis Javier del Valle).

Todo el conjunto creaba un ambiente favorable al sosiego y a la reflexión.
La palabra solidaridad se impuso en mi mente, y me llevó a reflexionar sobre el significado de esa palabra, en el contexto de nuestro proyecto “crisálido”.
LA SOLIDARIDAD
Etimológicamente, solidaridad proviene del latín “solidus”, sólido, y significa la estabilidad y firmeza con que varias partes se unen. En el lenguaje actual, el concepto de solidaridad está muy bien delimitado en el lenguaje jurídico, como un tipo de “garantía”, mientras que en el lenguaje sociológico y político se utiliza como un sentimiento de adhesión con otros, que excede a lo que es exigible legalmente. La idea es que la solidaridad funciona como un mecanismo social de seguridad para casos excepcionales, como garantía de cohesión social.
En este caso, entre los pilares de nuestro proyecto de cohousing, aparece la solidaridad como elemento fundamental, que va un paso más allá de su utilización como medida excepcional, y se encarna en nuestra organización como medida y guía de todas nuestras actuaciones, presentes y futuras.
Por eso considero fundamental definir y asumir lo que significa la solidaridad para nosotros y que suponga, mucho más que una palabra, una seña de identidad con la que se contrasten todas nuestras propuestas y acciones. Para ello, lo primero que tenemos que hacer es delimitar el ámbito de nuestra solidaridad y que (en analogía con los padres de la Sociología, Comte y Durkheim), podemos diferenciar entre solidaridad interna (en nuestra organización), solidaridad intergeneracional (otro de nuestros pilares) y solidaridad social extensa (en el ámbito de nuestra ciudad, y en la sociedad en general.
La solidaridad social, la de ámbito más amplio, las practicamos tanto con pronunciamientos expresos, como la integración en las organizaciones de la Economía Social y Solidaria, etc., y también con nuestra actitud y trayectorias personales, relacionadas casi siempre con movimientos sociales y de ayuda a los desfavorecidos, así como nuestro compromiso con las causas que consideramos justas en la situación social actual.
La solidaridad intergeneracional une dos de nuestros pilares, y puede concretarse en tres líneas principales muy definidas:
- Nuestro objetivo de incluir en nuestro proyecto habitacional a socias de edades diversas, para que entre todas podamos dejar a las generaciones futuras un proyecto “sólido” (“solidario, según la etimología antes citada) y conectado con la realidad social.
- La interacción continua con el entorno geográfico y social de nuestro proyecto, en el que estemos incluidos como participantes activos del devenir de nuestros vecinos junto con los colectivos de toda índole o condición que existan a nuestro alrededor.
- La difusión de nuestro proyecto como una solución solidaria al problema de la vivienda, la despoblación, y a los problemas específicos de la vejez (soledad, autonomía, cuidados).
Por último, y no menos importante, está la solidaridad interna, la que tenemos que practicar diariamente en el seno de nuestro grupo humano. Tenemos asumido, desde el comienzo de la Asociación, que las personas es lo más importante del proyecto y que el proyecto, como objetivo último, será el producto del trabajo de un grupo de personas lo más cohesionado posible.
La cohesión del grupo no significa homogeneidad a ultranza, sino más bien al contrario, porque es en la heterogeneidad, en lo que nos diferencia, donde encontraremos más riqueza para crecer como grupo y como personas individuales.
Y es en esa heterogeneidad, en esa diversidad, donde por supuesto que aflorarán divergencias según se vayan desarrollando las fases sucesivas del proyecto. Y, desgraciadamente, algunas socias abandonarán porque se está construyendo algo diferente a lo que habían soñado cuando se unieron a nosotras. Es nuestra responsabilidad, y también en aras de esa solidaridad que debemos practicar continuamente, estar seguros de que esos alejamientos no sean consecuencia de malentendidos, falta de información o de la falta de ayuda a la socia que se esté planteando la baja.
Eso sí, la solidaridad debe también tener límites (la llamada solidaridad “orgánica” de Durkheim): Nunca el exceso de solidaridad ha de poner en peligro al proyecto conjunto, esencia y finalidad del grupo. Porque si el proyecto fracasa, el grupo de personas unido para ello también fracasa.
LA INTERGENERACIONALIDAD
Lo mismo ocurre con el pilar de la intergeneracionalidad, que debe entenderse también como el compromiso de dejar a las generaciones futuras un proyecto sólido, pero para que ellas creen su propio camino y proyecto, adecuándolo a sus tiempos y a su sociedad, en la que nosotros ya no estaremos. Cualquier intento de determinismo social, mediante el que queramos fijar el funcionamiento del proyecto más allá de nuestro ciclo vital, está condenado al fracaso. Sería pecar de soberbia intentar que nuestros pilares fundamentales, o incluso nuestro objeto social, siguiera siendo en el futuro lo que ahora hemos diseñado con toda nuestra ilusión. Los que vengan después, con las herramientas que vamos a poner a su disposición (cultura democrática, estatutos, reglamento interno, servicios e instalaciones creados, etc), todo ello modificable, elegirán su forma de gobernanza, su estructura económica y la utilización, creación o supresión de los servicios que crean necesarios. Nada es trascendente.
Por lo tanto, no perdamos más tiempo en preguntarnos si son “galgos o podencos”, no malgastemos más energías en pensar lo que pasará en la siguiente generación “crisálida”, porque es posible que sean ya mariposas adultas que volarán por sí mismas hacia donde sean más felices. Tenemos la sociedad, los recursos, los políticos y las políticas públicas que nos han tocado, y con ello tenemos que trabajar. Por supuesto, trabajar para dejarles las mejores herramientas que (a nuestro juicio) les puedan servir en el futuro.
LA EQUIDAD
Nuestro compromiso primero, entonces, es llevar el proyecto a buen puerto, un puerto en el que estemos los más posible, y que el proyecto terminado sea lo más parecido posible al sueño que habíamos diseñado.
Y eso se consigue poniendo los pies en la tierra y, a la vez, cerrando los ojos para recordar nuestros objetivos: Un conjunto residencial de calidad, con espacios de intimidad, comunitarios, de servicios para el mayor bienestar y felicidad, cuidados para la mejor salud posible, y mucha, mucha, convivencia.
Y aquí aparece el tercer pilar importante: La equidad. El proyecto debe ser solidario, intergeneracional y equitativo. La equidad significa que hay que dar a cada una lo que se merece. Equidad no es igualdad (tratar a todos por igual), sino que cada persona reciba en proporción al esfuerzo realizado.
LA ECONOMÍA
Y aparecen los números. No hay que considerarlos como un concepto contrapuesto al ideal de nuestro proyecto sino, más bien al contrario, como una herramienta fundamental para desarrollarlo, para pasar “de las musas al teatro”.
Pero los números no son inamovibles, y van cambiando a lo largo del tiempo (meses, semanas, incluso días) dependiendo de muchos factores, la mayoría de los cuales no podemos controlar nosotras. Por eso está bien que pensemos en una forma ideal de financiación, pero con la convicción de que tendremos que ir adaptándola según “soplen los vientos”.
Este año se ha avanzado mucho en conocer la salud económica de las socias, su grado de compromiso y el esfuerzo que están dispuestas a asumir, sus ingresos y propiedades… así como las zonas preferidas para la construcción de nuestro cohousing. Y la conclusión fue que estamos económicamente preparados para afrontar con garantías el proyecto.
Además, se han visitado 2 proyectos que ya están en marcha, y se han estudiado otros 32 que se encuentran en distinto estado de desarrollo. También se conoce la estrategia económica de cada uno de ellos. Es decir, tenemos los mimbres para saber aproximadamente (guerra y crisis mediante) qué debemos esperar del coste de nuestra vivienda y espacios colaborativos, y establecer hipótesis para cubrir dicho coste.
FINANCIACIÓN EN LOS COHOUSING ESPAÑOLES
Todos los proyectos que podemos considerar cohousing y que siguen el modelo ENDEL intentan conseguir la armonización de esos 3 pilares fundamentales (Solidaridad, Intergeneracionalidad, Equidad) en su planificación económica:
- Basando su inicio y construcción en la autofinanciación de las socias, aunque alguno ha necesitado ayuda puntual de la banca para cubrir necesidades puntuales de tesorería o para ayudar a socias en apuros. Y siempre con el compromiso de devolver esos préstamos a plazo corto.
- Utilizando los excedentes para la ayuda a aquellas socias con problemas puntuales para sus pagos mensuales.
- Mediante la creación de la “hipoteca inversa”, pagando la cooperativa los gastos de grandes dependencias de las socias que no pueden hacer frente a su coste. Para ello se utiliza el capital aportado por la socia beneficiaria a lo largo del tiempo.
- Reembolsando a las socias que se den de baja las cantidades entregadas al proyecto, aplicando las excepciones estatutarias correspondientes.
- Ayudando a las nuevas incorporaciones al pago de la cantidad inicial, mediante la flexibilización de los pagos.
- Aplicando con cierta flexibilidad los requisitos de edad y expulsión, para que el proyecto siguiera teniendo viabilidad.
Con este modelo se asegura:
- La SOLIDARIDAD, puesto que se desarrolla un proyecto “sólido” y sostenible en el tiempo; se ayuda a las socias con especial vulnerabilidad en sus momentos más graves; se ayuda a la renovación de las socias; se devuelve el excedente a las socias cuando salen del proyecto, porque lo necesitarán si tienen que ingresar en un centro médico; se ayuda a los problemas económicos puntuales de las socias…
- La INTERGENERACIONALIDAD. Lo normal será que la nueva socia tenga las mismas características económicas que nosotros, pero existe la posibilidad de ayudarla hasta que pueda cumplir sus obligaciones. La política de escalado de edades garantiza la renovación generacional. Recibirán un proyecto fuerte y saneado económicamente…
- La EQUIDAD. Cada socia irá recibiendo lo que necesite en cada fase de su vida: Convivencia y coayuda, soporte financiero en los malos momentos, reembolso del capital invertido en caso de baja (muchas veces no deseada), pago de los grandes cuidados que pueda necesitar (con cargo a su capital)…
LA PROPUESTA DE LA “CUOTA DE USO»
Frente a esta filosofía, globalmente aceptada, se presenta a Las Crisálidas una propuesta de financiación basada en un préstamo hipotecario, que se paga mensualmente con una cuota llamada “de uso”, asimilable al alquiler, que no es reembolsable en ningún caso, y a la que habrá que añadir la cuota mensual por los servicios recibidos, un fondo de reserva para garantizar el préstamo hipotecario, avales (personales y de la cooperativa) y un fondo de ayuda a la dependencia. No hace falta saber mucha economía para calcular que el coste mensual para cada socia superaría la pensión media de la Comunidad de Aragón.
Esta fórmula, además de más cara, es INSOLIDARIA e INEQUITATIVA, y va contra los principios de la INTERGENERACIONALIDAD:
- Porque pagaríamos 1,5 millones de euros en intereses bancarios y los detraeríamos de servicios de los que podríamos disponer.
- Porque no podríamos ayudar a socias con problemas económicos para pagar la cuota mensual.
- Porque tampoco podríamos flexibilizar las condiciones de entrada de nuevos socios.
- Las socias que necesiten grandes cuidados y/o fuera del cohousing, no podrían afrontar su coste al no devolverles el capital invertido.
- Al finalizar el préstamo se producirían excedentes (beneficios) con las aportaciones no devueltas de las primeras socias (unos 35.000 € al mes), de los que se beneficiarían solamente las siguientes generaciones, mientras que la primera tendremos muchas dificultades para sostener el proyecto. Vulnera el principio de intergeneracionalidad, pero en este caso a la inversa: las perjudicadas serían las primeras socias.
- Las nuevas socias, con los grandes beneficios económicos, podrían modificar o ampliar los servicios, rebajar o eliminar el alquiler o incluso cambiar el objeto del proyecto porque ya lo tendrían pagado.
- Y, por supuesto, este tipo de financiación no es equitativo, porque las socias fundadoras realizan el mayor esfuerzo económico y pagan todo el proyecto, y pueden tener problemas para financiar su dependencia, mientras que las generaciones futuras disfrutarán de una gran holgura económica.
CONCLUSIONES
- Somos un grupo humano sólido, heterogéneo pero con un objetivo común.
- Tenemos un proyecto claro, definido y con el que estamos comprometidos.
- Estamos comprometidos con la viabilidad del proyecto, y contamos con la solvencia económica necesaria.
- El modelo de autofinanciación (hasta el límite que sea posible) es el más solidario y equitativo.
- El modelo de financiación bancaria mediante hipoteca supone un grave riesgo para la viabilidad del proyecto por su coste añadido y la cantidad de garantías que hay que aportar.
Sirvan estas líneas como mi aportación, personal y comprometida, al debate que existe en Las Crisálidas, que siempre debe existir, positivo y constructivo y cuyo resultado, esperemos, mejorará nuestro proyecto y nos cohesionará debido a ese espíritu de consenso y aceptación de las ideas ajenas. Un abrazo.