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En agosto propuse ir a ver la película VORTEX, de Gaspar Noé, que trata de la dependencia en la vejez.
La película tenía buenas críticas por eso me sorprendió los comentarios surgidos a raíz de la propuesta, en referencia a las hondas emociones que provoca. Entre ellas, tristeza y llanto.
Tras el visionado de la película, que me emocionó profundamente aún sin llegar al llanto, me hizo reflexionar sobre el futuro ya que incluía escenas sacadas de la realidad que, a nuestra edad, sabemos que son cotidianas en nuestros mayores.
La película narra un incómodo retrato de la vejez, que se instala en el vórtice de una espiral (VORTEX) de la que no se sale. Una situación que pervierte las relaciones de pareja, las familiares, y, seguramente, las de cualquier convivencia.
Muestra la decrepitud, las bajezas del ser humano, la desolación del envejecimiento físico y mental. Tres elementos, los recuerdos del “sueño” que ha sido su vida, la ingente medicación y el ambiente claustrofóbico, consiguen no hacer amable la película.
Los viejos en los pueblos primitivos se alejaban solos de la tribu, y hoy tenemos la eutanasia para evitar a los convivientes ese drama. Pero también es posible prepararnos a sobrellevar y aceptar esta realidad cuando la tenemos a nuestro lado. Este acompañamiento, si es compartido se lleva mejor. El no querer verlo ni siquiera en la ficción no nos evitará vivir la realidad de nuestro entorno.
La película se puede ver involucrando nuestras vísceras, nuestro corazón o con la razón.
Me pareció una oportunidad perdida no haber podido compartir todas esas emociones en el grupo y entre tod@s haber sacado conclusiones e incluso nuevas ideas y propuestas para nuestro proyecto común.
Alicia Aliaga
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Vortex nos muestra la vida de un anciano matrimonio de intelectuales que vive en una bonita casa en Paris. Ella tiene alzheimer y él una enfermedad cardiovascular. No quieren dejar la casa en la que han vivido, los libros pesan demasiado y es difícil dejarlos, y su cotidianeidad transcurre entre la calma de la convivencia en la que ya no es necesario hablar y la inconsciente situación de peligro constante por su salud.
El abandono de la propia casa hace sentir perder la vida, pero la vida se va perdiendo inexorablemente. El apego precipita la pérdida. En la pantalla dividida en dos, vemos dos vidas que avanzan separadamente en un mismo espacio, dos soledades cohabitantes. Vida, intereses, actividades diferentes. La cotidianeidad va asumiendo pequeñas transformaciones que deterioran el futuro: perderse en el supermercado, dejarse el gas encendido, jugar con las pastillas…Desamparo inconsciente.
No hay sitio para la compasión. Sí el terror, la ansiedad: ¿Qué está haciendo? ¿Se va a perder?¿Se tomará las pastillas adecuadas? La simple realidad da miedo.
Françoise Lebrun y Dario Argento interpretan extraordinariamente sus personajes. La mirada de Françoise llega hasta nuestras profundidades. Viven con dignidad y autosuficiencia su deterioro físico y mental, asumiéndolo como algo natural, sin darle más importancia. Viviendo con él y remediándolo como pueden.
La película comienza con una maravillosa interpretación de “Mon ami la rose” de Françoise Hardy que canta el paso del tiempo (ella misma lucha contra la enfermedad en su vejez y ha solicitado la eutanasia).
Vortex es una película pesimista-realista sobre el paso del tiempo, pero también sobre la supervivencia humana. En un primer momento te deja devastada. En una segunda visión se empieza a apreciar el valor de los ancianos, que no quieren perder su personalidad y su forma de vivir hasta su último momento.

Vortex es una película pesimista-realista sobre el paso del tiempo, pero también sobre la supervivencia humana. En un primer momento te deja devastada. En una segunda visión se empieza a apreciar el valor de los ancianos, que no quieren perder su personalidad y su forma de vivir hasta su último momento.
Concha Nasarre
Dario Argento, Françoise Lebrun, Alex Lutz, Kylian Dheret
Vista en première en el Festival de Cannes 2021