
No había leído ninguna novela del Oeste hasta que vi “El Poder del perro” de Jane Campion. Quedé tan impactada que después de verla fui a buscar la novela de Thomas Savage en la que está basada la película.
La novela fue publicada en 1969 y su argumento coincide perfectamente con la película.
Está narrada con un estilo claro, sencillo y una estructura lineal que supongo debe coincidir con el estilo clásico de las novelas de este género. Pero el lenguaje empleado, tanto en el relato literario como en el relato fílmico, hacen de la misma narración dos obras de arte completamente diferentes. La novela tiene fuerza y sensibilidad. Se lee muy bien, a pesar de los dramas y las cosas tan terroríficas que cuenta.
La acción transcurre en Montana, alrededor de 1924. Nos muestra a Phil y George, dos hermanos propietarios de un rancho con miles de cabezas de ganado. Son muy diferentes entre ellos: George es tranquilo, imperturbable, y dirige el negocio. Phil es el responsable de una numerosa cuadrilla de vaqueros fuertes y rudos. Activo, inteligente y con una admiración por Bronco Henry, ya muerto y convertido en leyenda, y del que habla continuamente a sus trabajadores. George no tiene ningún sentido del humor y solo desea vivir tranquilo. Se casa con Rose, que regenta el restaurante donde suele comer el grupo de vaqueros en los traslados del ganado. Rose tiene un hijo, Peter, del que Phil se burla por su amaneramiento y apariencia poco masculina, y tan lejos de la imagen de total masculinidad, de hombre-macho que se ha forjado y tras la que se oculta. Al casarse George y Rose se van a vivir al rancho familiar donde todavía los dos hermanos compartían aún el mismo cuarto. Estos cambios modifican la conducta de Phil que emprende una campaña contra ella que la empuja hacia el alcoholismo y la destrucción.
Pero de repente la película da un vuelco, pasa de ser un western con todos sus componentes a ser otra cosa. Los personajes que estaban encerrados en sí mismos con la personalidad que se habían autocreado van evolucionando y se produce un cambio radical, se van descubriendo reacciones distintas en ellos, y abriendo la puerta a lo que ocultaban: la masculinidad falsa, la violencia tapada, la maldad disimulada, la venganza larvada, la debilidad escondida… Y aquí el trabajo de los actores se vuelve genial. Tanto que da como miedo el sentir que algo tan terrible como lo que están representando sea a la vez tan bello y te haga disfrutar de la inteligencia y el arte que tienen para mostrar ese estudio psicológico de los personajes y sus reacciones y sus relaciones con los otros…
El paisaje, una naturaleza salvaje, dura, fuerte, que casi duele al verla, sin concesiones apenas, solo suavizándose acompañando en algún momento “por exigencias del guión” y que es un elemento tan importante y genial en la película como la interpretación.
Maravillosa también la fotografía. Hay que verla en pantalla grande, ¡se lo merece!
La película es dura, salvaje, brillante, brutal, pero bellísima. Con una violencia concentrada y terrible. Es una película de vaqueros, con hombres ásperos, rudos como el paisaje desolado de sus montañas, pero también es un estudio psicológico de sus personalidades, una película de suspense que analiza las relaciones y reacciones de los personajes, dosificando la información hasta el terrible desenlace final.
Me gustó mucho, ¡muchísimo! Y os animo a verla sabiendo que es dura, violenta, incómoda… Y si la veis desde una mirada feminista, analizar este mundo de hombres puede ser muy interesante.
Pero no os dejéis engañar por mi entusiasmo: ¡hay a quien no le gusta!
Carmen Antolín