Mi nombre es Ana y nací en Sabiñánigo en la Navidad de 1958 cuando todavía se nacía en casa, la estufa de leña era la calefacción central y se vivía con los abuelos.

   Mi familia provenía de Ainielle por parte de mi padre y de Lárrede por parte de mi madre. Sus historias difíciles y duras, forjadas a base de trabajo y privaciones por la época que les tocó vivir, me impregnaron desde pequeña y marcaron mi carácter. Sus vidas siempre han sido el ejemplo que me ha servido para seguir adelante a pesar de los reveses de la vida. Siempre he sentido amor y reconocimiento por lo mucho o poco que me hayan podido dar, teniendo siempre presente su generosidad.

   Mi infancia la recuerdo entre los abuelos, tíos y mucha familia. La vida se centraba entre el colegio, los deberes y la vida y juegos en la calle. Con mi hermano, cuatro años mayor, conocí los primeros tebeos, pero siempre eché en falta tener muchos libros en casa. Eran otros tiempos…

   Los veranos calurosos e interminables los pasaba en Escuer con unos tíos donde se vivía entre las faenas del campo y el cuidado de animales. Era mi lugar de veraneo y yo disfrutaba correteando al aire libre pero también empecé a sentir la melancolía y soledad en esas horas de siesta que sí o sí tenías que hacer.

   Mi pueblo quizá no tiene nada de especial pero tiene como telón de fondo un paisaje envidiable que todavía hoy me emociona, llamado Pirineo. En esa primera época no supe ver lo que significaba, a veces no se valora lo que tienes a tu alrededor, pero me sirvió en todo caso para enraizarme con la montaña, sin duda con lo que más he disfrutado en mi vida.

   Tras hacer el bachiller, preparé unas oposiciones en Huesca de administrativa para Correos y aprobé. En aquel momento no era consciente pero me sirvió para poder hacer siempre una vida independiente. Mi primer destino fue Pamplona. Con 19 años empecé a trabajar y a despertar a una nueva vida que me hizo replantear muchas cosas. Fue una época emocionante y muy intensa en lo personal y conflictiva en la vida política. Estoy hablando de finales de los años 70. Esta etapa me sirvió para hacer mucho callo y, entre pelota y pelota de goma, también hice el COU.

   Me gustaba mucho la poesía, la filosofía, escribir, leer y fantasear. Trasladada a Zaragoza, me matriculé en Filosofía con un pensamiento un tanto romántico que no se ajustó a la realidad, así que no acabé la carrera. Me sigue gustando y sigo haciendo cursos en mi afán por dar algo de sentido al sinsentido, pero he de reconocer que lo tengo crudo.

   Llevo más de 40 años en Zaragoza, formé una familia y tuve a mi hija Silvia. No siempre las cosas salen bien pero me quedo con lo bueno. Tras una etapa viene otra y seguí viviendo…

Desde aquí, empecé a subir a la montaña cada vez con más frecuencia. Ahora ya para disfrutar de sus parajes, subir algunas cimas, compartir con mis amigos esos momentos mágicos que sientes al comer junto a un ibón o pisar las cimas nevadas que tantas emociones me producen.

   Además de disfrutar de la naturaleza, me encanta viajar y conocer personas y lugares diferentes, si puede ser de otras culturas mejor. Eso me hace sentir que no somos el centro ni el ejemplo de nada. También leer, escribir, cualquier cosa que me permita seguir aprendiendo.

   Los últimos 16 años los pasé en la Confederación Hidrográfica del Ebro con muy buenos recuerdos y compañeros, hasta cumplir los 60 años que pude jubilarme. Desde entonces intento disfrutar sin prisas de las pequeñas cosas como un desayuno, paseos o charlas con amigos intentando escapar del vértigo diario de querer estar y llegar a todo. Algunos días los dedico a cuidar de unos niños en una guardería y compruebo cómo una sonrisa compensa cualquier esfuerzo y que siempre recibes más de lo que das. También me he comprometido a trabajar más por nuestro proyecto.

   Una vida resumida en unas pocas frases, el resto está por escribir. Pienso mucho en cómo sería mi vida de haber nacido en una tribu de África, en una gran urbe como Tokio o en cualquier otro sitio… Me apasiona pensar en vivir otras vidas distintas. El estar en este grupo es una de las circunstancias en que he tenido la posibilidad de elegir. Dónde nacer o quién fue mi familia me vino de catálogo.

   Gracias a María, que conocí en un curso de escritura, estoy en Las Crisálidas, ya cooperativa. No sé hasta dónde llegaré, pero el momento es ilusionante porque estoy conociendo a personas estupendas y además creo que me ayuda para enfrentar la última etapa de la vida con una ilusión y fuerza que de otra forma se tornaría bastante gris. Siempre he querido volver a mi querido Pirineo, pero al menos de momento, prefiero elegir con quién vivir antes que dónde y es que, si algo he aprendido a lo largo del camino, es que la amistad y el cariño es lo que da algo de sentido a mi vida.

No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

M. Benedetti

Compartir en