Cuando empecé a informarme acerca de este grupo llamado Las Crisálidas me topé con unos artículos escritos por sus socios. Se llamaban semblanzas. Me sorprendió la calidad de los mismos. Pensé: esta gente está acostumbrada a escribir, yo sería incapaz.
Ja !! Luego llega un día en el que, como ya voy pudiendo comprobar, Las Crisálidas te enfrentan a un nuevo reto. Así que, ¡allá vamos!
Nací en un pequeño pueblo de Segovia, soy la menor de tres hijas. Me gustaría recordar mi infancia con alegría y lo cierto es que no estuvo mal en general, pero creo que no lo tuve fácil.
En el pueblo no había oportunidades para todos, así que mi familia tuvo que hacer las maletas, cargar con los muebles y emigrar a Barcelona cuando yo iba a cumplir los cinco años.

En realidad, allí empiezan mis recuerdos. Todo era nuevo, desconocido y además había que ir al colegio, y tenía que ser ya, en medio de todo ese caos.
Bueno, pues tres años después volvimos a hacer las maletas. El nuevo proyecto familiar estaba en Zaragoza. Así que vuelta a empezar.
De estas experiencias y de una educación, tanto escolar como familiar, propia de los años 60 me quedó un cierto respeto por los cambios, así como la necesidad de tener control sobre mi vida. (Otro JA!!)
Ya en Zaragoza, colegio nacional, Instituto (en el Matute) y después del entonces bachiller elemental, y pasando por una afamada academia de Contabilidad y Mecanografía de Zaragoza que empieza por K y termina por L, la pequeña tenía que buscar trabajo. Igual que lo habían hecho sus hermanas.
Creo que el primer periódico que compré por mi cuenta fue para ver las ofertas de trabajo.
Así que, cumpliendo con las necesidades familiares, a los 15 años empecé a trabajar en la empresa privada. Horario de mañana y tarde y sábado por la mañana. Fui creciendo a la vez que en España empezaban a sucederse los cambios. Te encuentras con gente nueva, con ideas distintas. Empiezas a tener otras necesidades y otros ideales.
Me costó poco tiempo entender que con esos horarios nunca tendría tiempo para mí, así que había que opositar (sorpresaaa). Como necesitaba una titulación que no tenía me matriculé en Graduado Social (Gestor Administrativo) porque solo requería 18 años y una prueba de acceso. Tres años de clases nocturnas y estudios muy diurnos de los que obtuve dos titulaciones. Una la que había ido a buscar y otra la de compañera de Javier. Dos notas altas.
Y después a opositar. A los 23 años saqué plaza en el INSS y tuve que incorporarme en Barcelona (la ciudad que acogía a la segunda generación de mi familia para darle trabajo, tiene guasa). Otros tres años y vuelta a Zaragoza, donde he estado trabajando hasta mi jubilación en el departamento de Información al Público. Este puesto es de libre elección por parte del trabajador. Yo lo considero vocacional y lo menos parecido a la imagen que el ciudadano tiene de un “funcionario tipo”. (Esto no lo voy a poner en femenino porque suena todavía peor).
Tal y como pretendía, este trabajo me ha concedido tiempo para mí. Para seguir estudiando, viajar, bailar, leer, estar con amigos que he ido conservando y aumentando a lo largo de mi vida y, sobre todo para compartir a Ana y Adrián con Javier, dos hijos a los que admiro muchísimo por todo lo que me han enseñado.

Soy consciente de que han sido los acontecimientos que me ha tocado vivir, los que, en gran parte, me han hecho como soy. Y ahora, casi recién jubilada, estoy intentando redescubrirme, reinventarme y aprovechar este regalo que me da la vida y que incluye tiempo y salud para ver que sale de esta nueva crisálida.