Ficticia entrevista vista y no vista a la ministra

A saia de

Carolina ten un

lagarto pintado: cando

Carolina baila,

o lagarto dalle ao rabo

Canción popular gallega

    Me encargaron, apresuradamente, en el consejo de redacción de El Boletín, una entrevista con la ministra Yolanda Díaz y documentándome supe que iba a intervenir el viernes 16 de julio en la Trigésimo Cuarta Semana Negra de Gijón. Contacté con su secretario y después de mucho porfiar, gracias al prestigio periodístico que ya tiene El Boletín de Las Crisálidas, conseguí concertar la entrevista.

    La ministra actuaba junto a Esteban Hernández, jefe de la sección de opinión de El Confidencial y Enric Juliana, director adjunto de La Vanguardia del empresariado. La intervención de la ministra versó sobre la recuperación económica, que en su opinión solo puede ir de la mano de la recuperación social y del cambio de modelo productivo, como propone la antropóloga y ecofeminista Yayo Herrero, haciendo hincapié en la economía de los cuidados y en la necesidad de consolidar el empleo. En una segunda intervención, a propósito del procés, la ministra desarrolló un concepto interesante y polémico en torno al cual desarrollé después la entrevista. Dijo, la ministra Díaz, España es compleja pero no necesariamente complicada, tiene que ser plural y abandonar la carga pesada del concepto patria y sustituirlo por matria. Después de decir esto se generó la polémica, como si Carolina* hubiese agitado su saya, que dirían en Galicia. Y aquí, mis queridas y queridos lectores, enlazo ya con la entrevista que le realicé tras su intervención en el foro de la Semana Negra de Gijón.

   La ministra Yolanda Díaz es una mujer cálida, siempre te mira a los ojos, tiene un perfil afilado pero la sonrisa siempre a punto. Va vestida con pantalón negro y camiseta rematada en un encaje también negro, zapatos negros de tacón y una chaqueta gris perla entallada, con grandes botones negros todo en consonancia con la Semana Negra donde acaba de intervenir; lleva el pelo muy cuidado recogido parcialmente a los lados con unas pinzas como de carey; los pendientes y el collar terminan en unas vieiras recordándonos que, como presume ella a menudo, es gallega y fala galego; en el dedo anular de la mano derecha lleva una alianza y en el de la mano izquierda un anillo, también porta una pulsera ancha tipo muñequera en su brazo izquierdo.

Después de tomar contacto y enseñándole las credenciales de El Boletín vamos caminando hasta una terraza frente al puerto, nos sentamos. La invito para romper el hielo, a una Estrella Galicia y un medio cachopo porque se ha hecho la hora de tomar un tentempié. Mientras tomamos la cerveza y damos cuenta de los respectivos medios cachopos le voy haciendo las preguntas. Había comenzado tratándola formalmente de ministra pero me pide con una sonrisa que la llame Yolanda, al tiempo que me confiesa que se llama así por la canción de Pablo Milanés que les encantaba a sus padres.

—En el diálogo de hace un ratito ha propuesto un concepto, matria, que aunque no es neologismo completamente novedoso, ya lo había empleado por ejemplo Virginia Woolf, me gustaría que explicase para nuestros lectores.

    —¿La matria qué es? Bueno, matria, se opondría y sustituiría al trasnochado y patriarcal concepto de patria que tanto ha contribuido a enfrentarnos históricamente. Matria debería ser algo que nos cuidara, que tratara por igual a todas las partes que la constituirían. Que diera más al que es más desigual y menos al que hay que darle menos, que no discriminara a nadie porque hablase una u otra lengua o porque tuviese una posición política determinada. Sería así un país que se daría la mano a través del diálogo entendido de forma deliberativa llegando a puntos de encuentro. 

    Mientras la ministra Yolanda da un sorbo breve a su cerveza, aprovecho para precisar. 

   —En algunos aspectos ese concepto matria se asemeja a aquellos postulados del socialismo de dar a cada uno, no lo mismo, sino según sus necesidades.

    —Claro, es que es un postulado que no tenemos por qué rechazar o dejar de lado. No obstante, si quisiéramos precisar en tres palabras el concepto matria éstas serían: cuidados, igualdad y diálogo. El cuidado o los cuidados, que siempre han estado a cargo de las mujeres, debe ser un referente de la nueva sociedad que debemos construir con un cambio de paradigma, un nuevo modelo productivo donde la sociedad valore sobre todo ese aspecto social y humano del cuidado. Además también habría que incluir los cuidados que necesita la Tierra, nuestro planeta, a la que hemos puesto en una situación límite al borde de un cambio climático ante el que si no actuamos todas y todos rápidamente será irreversible. Nunca se ha cuantificado el valor de los cuidados en términos económicos y sin embargo será lo que nos hará crecer permitiéndonos acceder a una sociedad más justa y equitativa.

    —Las cooperativas de viviendas colaborativas senior, o para mayores, tienen entre sus valores fundamentales la autogestión, el apoyo mutuo y los cuidados para envejecer de una manera activa y más humana frente al modelo fundamentalmente basado en el negocio que ofrecen las residencias al uso. ¿Conoce usted, Yolanda, ese modelo?

    —No solo lo conozco sino que comparto y apoyo esos valores. Estoy al tanto de las innovaciones legales que gobiernos autonómicos, como el de esta comunidad en la que ahora estamos, están preparando para potenciarlos. No obstante queda todo un trayecto enorme por recorrer. La matria debe conseguir un modelo de sociedad con el ser humano y su calidad de vida como referente fundamental y la calidad de vida no es solo un asunto de tipo económico sino de cuidados y de apoyo mutuo como plantean esos modelos de cooperativas de viviendas colaborativas senior, por cierto que estoy tentada de integrarme en la cooperativa Ancoradoiro que se está formando en Vigo.

    Me dice esto último con ojos risueños e incluso he creído percibir un pequeño guiño de complicidad. Le hacen señas discretas pero claras a la señora ministra de que debemos terminar la entrevista y educadamente se despide de este modesto becario con sendos besos después de haberse colocado la mascarilla.

Tito Liviano

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* La Carolina de la copla es nada menos que Carolina Otero, la Bella Otero, que actuó durante muchos años en París en el Folies Bergère, donde era la estrella con sus bailes sicalípticos que conseguían de los espectadores el “dalle ao rabo”.

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Javier Vicente Martín

   Me llamo Javier Vicente Martín y como tengo que decir siempre Vicente Martín son apellidos. Nací el año 54 del siglo pasado en Used (Zaragoza). A resultas de una epidemia de poliomielitis que hubo en los años 50 dicen que soy minusválido, término que a mí me parece insultante, prefiero el adjetivo tradicional de cojo. En la escuela nacional-católica nos colocaban por apellidos lo que me permitió, lejos de los maestros, vivir en Babia, pensar en las avutardas y estar en la higuera. No obstante espoleado por las motivaciones del entorno familiar “como no vales para trabajar bien tendrás que estudiar” conseguí en una especie de competición de obstáculos, selectiva, aprobar el ingreso de bachiller, la reválida elemental y la superior y acceder a la universidad franquista donde después de algunos conflictos que me apartaron unos años del Templo de la Sabiduría y ya de por libre conseguí la Licenciatura. Soy Licenciado en Ciencias Inútiles sección Geografía e Historia. Casado, con una hija y tres nietos. He sido durante casi treinta años profesor de Secundaria en distintos centros públicos de Aragón.

   He publicado algún libro, por ejemplo,Imágenes de la Historia. Recorrido por la Historia del Mundo Contemporáneo en diez películas y he sido comisario junto con mi amigo Herminio Lafoz de la exposición La escuela del siglo XX: educar ciudadanos o educar súbditos que se realizó en el Centro de Historia en 2007. Actualmente publico dos blogs: aprendizdeacuarelista.blogspot.com con acuarelas comentadas y haikus hechos a propósito de ellas; y otro calendariorojoynegro.blogspot.com con el proyecto Calendario Rojo y Negro que hacemos un grupo de 7 compañeras/os para recordar y homenajear a las/los que lucharon por conseguir una sociedad igualitaria.

   Me definiría a mí mismo como un perverso polimorfo, entre mis abundantes y variadas perversiones estarían: viajar, la lectura, oír música, el cine, cocinar, el vino, conversar, un acusado sentido del humor hasta ahora no condenado, pintar acuarelas, perpetrar haikus y procurar actuar coherentemente con lo que pienso, así pues soy ateo y apóstata ya que en el único dogma de la iglesia en el que creo es en la infalibilidad del Papa: el Papa es infalible, se equivoca siempre; luego, con un poco de suerte alguno de sus sucesores al cabo de setecientos años subsanar el entuerto y en algunos casos pide perdón. He estado casi toda mi vida encaminando mis pasos jacarandosos o tartajeantes mediante la dialéctica hegeliana de la tesis, la antítesis y la síntesis pero ahora ya es más bien la ortesis en mi pierna derecha la que asegura mis pasos.

   Mi lema de actuación en la vida es en caso de duda siempre a la izquierda (in dubio semper siniestra). Actuar de acuerdo a este lema me coloca a veces en situaciones un poco complicadas, por ejemplo cuando me incorporo, conduciendo el coche, a una rotonda y no encuentro la forma de salir, menos mal que Avelina es paciente conmigo. Mis inquietudes sociales hacen que esté afiliado hace muchos años a CC.OO., I.U. y Amnistía Internacional. Afectivamente he tenido la suerte de aprender mucho de las mujeres que me quieren o han querido, porque definitivamente solo se aprende de los que te quieren.

   En la actualidad estoy muy ilusionado con llevar adelante junto a mis queridas compañeras/os de Las Crisálidas nuestro proyecto de viviendas colaborativas para poder autogestionar una plácida vejez activista y de apoyo mutuo, viviendo acompañados y sin depender de nuestras familias. Por supuesto desde estas líneas de nuestro Boletín invito a todas y todos los amigos y conocidos a que se informen y se involucren en este hermoso proyecto: lascrisalidas.es

Elogio de la lentitud

Lento en la bici

me adelanta el paisaje

cuando me paro.

   En los días del largo verano de los jubilados, ese verano que nos acerca a nuestra ya lejana infancia en la que las vacaciones eran casi eternas, disfruto en Herreros de Jamuz (León) con una bicicleta Orbea que casi tiene los mismos años que yo, quizás por eso nos llevamos tan bien, no se encabrita ni se pone levantisca y la puedo ateclar cuando se desajusta ligeramente. No tiene cambios de marcha ni piñones, sólo responde al ímpetu de las piernas.

    Es una bicicleta apropiada totalmente para pasear y saborear el placer de ver discurrir ante mis ojos el paisaje hermoso y sosegado del valle del Jamuz.

    La bicicleta me la ha prestado una amiga de Avelina, Visitación, aquí en el  pueblo la Visi, por lo tanto podríamos decir que lo que me ha prestado ha sido una visicleta.

   Monto en la visicleta sin disfrazarme de ciclista, una camiseta de algodón muy usada y una camisa y pantalón de tela ligera, las zapatillas atadas y el casco por precaución y por miedo a las multas de la Benemérita, sujeto mis pantalones abajo con unos aros de aluminio para que no se enganchen en los pedales. No me gusta asustar al paisaje con vestimenta de colores chillones prefiero armonizar con él, este paisaje leonés tiene ropajes antiguos, austeros que han permanecido con muy pocos cambios durante siglos.

   Recorro las carreteras comarcales a veces silbando, saludando, como debe ser, a los lugareños que ya deben tener por costumbre verme pasar de camino a los pueblos cercanos, a Quintana y Congosto, Palacios de Jamuz, Quintanilla de Flórez, Torneros de Jamuz o Tabuyuelo, lentamente, disfrutando de todo lo que veo: el arbolado con lo que en estas tierras llaman negrillos y paleras, encinas, robles y chopos; con los pajarillos: gorriones claro pero también abubillas, carboneros, vencejos y golondrinas; me gustan los olores a yerbas aromáticas, a alfalfa recién cortada que yo creo que se aprecian mucho mejor con el ritmo pausado de la visicleta… En eso de la rapidez difiero de lo que proponía mi admirado Italo Calvino en sus Seis propuestas para el próximo milenio, yo no admiro la velocidad y tampoco creo ser más productivo si voy rápido, aunque Don Italo se refería, pienso yo, más bien a la velocidad en la narración que no en los paseos.

    El ritmo de paso de las imágenes cuando vas en visicleta te permite verlas en toda su dimensión y con toda su escenografía te incitan a pararte, a bajar de la visicleta y observarlas atentamente y cuando lo crees necesario a sacar tu móvil de la mochila y hacer algunas fotografías que reforzarán tus recuerdos.

    Puedes coger unos juncos para luego colocarlos en un jarrón o florero. Es un placer oír saltar a las ranas cuando pasas y oír a una tras otra ¡chof! cuando caen en el agua y recuerdas entonces el haiku de Matsuo Bashõ que tanto te gusta: “Un viejo estanque/se zambulle una rana/ruido en el agua.” 

    El ritual que he establecido me permite aliviar mi sed en la fuente de Quintanilla de Flórez, aún en lo más tórrido del verano el agua es fresca, recuerda la frescura de aquella frase de Cervantes: “bebí un vidrio de agua fresca”, yo bebo directamente de mis manos que también agradecen el frescor del agua para compensar la fatiga de sujetar el manillar de la visicleta.

    A la vuelta ya aprieta más el calor pero en la visicleta se nota menos, el aire que produces al desplazarte aminora el calor y te refresca.

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Suceso en Ligüerre de Cinca

 

 Los ancianos de Ligüerre
 se han vuelto de armas tomar
 para beberse una Fanta
 asaltaron el lugar 

Nuestro corresponsal en la zona, —El Boletín va tomando cuerpo y especialistas— nos envía una crónica de un hecho sorprendente. Parece que en el Resort Bodas de Ligüerre ocurrió un incidente insólito el pasado domingo sobre las ocho de la tarde. Pasamos a reproducir su relato pergeñado después de haber entrevistado a algunos de sus protagonistas.


Ayer domingo día 20 de junio de 2021, ya al final de la tarde, unos ancianos, según algunos ocho y cotejadas otras fuentes nueve, después de haber caminado admirando la belleza del pueblo y de las vistas del pantano, con el pretexto de que tenían sed obtuvieron por sus propios medios el remedio, ejerciendo lo que en antiguos términos revolucionarios se llamaba la acción directa, se apropiaron primero de un par de Fantas y alguna botella de agua mineral.      

Esta primera acción fue encabezada por una belicosa anciana apodada La avispa roya. En una subsiguiente acción la avispa roya consiguió el apoyo inmediato de otro anciano apodado Pasos tartajeantes, quien fue sorprendido e interpelado por el encargado del local cuando llevaba en sus manos el botín consistente en cuatro botellas de agua mineral con gas marca Lunares.      

En un primer momento, el encargado del Resort Bodas, con un delicado acento argentino emprendió un fuerte alegato en favor de la propiedad privada y acusando a los dos ancianos de allanamiento de morada y de haber accedido empleando la fuerza o entrando por la ventana. No sabía el pobre con quienes se la estaba jugando, los ancianos comenzaron a argumentar que en su ánimo estaba haber dejado el dinero para cubrir el gasto de sus consumiciones y que habían entrado a pie enjuto por la puerta automática que les había invitado a entrar en cuanto que se aproximaron.      

Después de argumentaciones en pro y en contra, parece que al pobre encargado lo que más le pesaba es que lo habían despertado de una larga y placentera siesta, no solo llegaron a un acuerdo sino que el argentino encargado fue a por unos vasos con hielo y un abridor, los ancianos pretendían abrir las botellas a mordiscos, no sabemos si con los dientes o con sendos cuchillos de punta con que se habían pertrechado. Pagaron los ancianos la consumición, aunque quedaron con la duda de si el dinero habría ido a la caja del establecimiento o a los bolsillos privados del encargado argentino.      

Entre risas y chanzas La avispa roya y Pasos tartajeantes aún tuvieron fuerzas y humor para recordar lemas como “la propiedad es el robo” o “ni Dios ni amo” y es que algunos ancianos son tercos y contumaces.  

El corresponsal de El Boletín en la zona, Tito Liviano.

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Coreomanía

Se sospecha que días atrás en el Centro Vacacional de CC.OO. de Morillo de Tou ha habido una secta de danzantes que en cuanto podían se ponían a danzar como posesas. Al principio eran solamente mujeres que, al modo de las bacantes griegas, construían sus movimientos en el espacio introduciendo el ritmo, el tiempo y la expresión corporal pero luego fueron incitando a participar de sus desafueros a algunos hombres y estos cayeron en sus redes participando también en estas danzas continuas. Está costando descubrir el origen de esta secta danzante, se ha consultado con insignes universidades como la Saint Petersburg University o la Universidad de Yale y nos han puesto tras la pista para deducir de dónde puede provenir esta secta y su influjo.      

La SPBU (Universidad de San Petersburgo) cree, con los datos que les hemos suministrado, que puede derivar de la secta Negacionistas de la quietud o tal vez de Los Seguidores de San Vito ambas sectas se caracterizan por su adoración a Terpsícore, la que deleita con la danza, una de las siete musas de la civilización griega. Efectivamente en su estancia en Morillo e incluso en sus excursiones aprovechaban cualquier momento para dedicarse con verdadera fruición y sin límite horario a danzar compulsivamente sin importarles nada más, quedando en una situación semicatatónica después de haber cantado su himno:

 Solo en tu honra bailamos
otro interés no nos ata
porque somos partidarias
de mover siempre la pata.

No obstante en la Universidad de Yale piensan que el origen puede estar en la secta Rezadores con los pies de la Virgen de Guadalupe en México, de hecho parece que una de las integrantes de la secta tiene pasaporte mexicano. Si fuese así sería una secta zapatista* extremadamente peligrosa.      

La Universidad de Huesca piensa sin embargo que tendría origen en una derivación de los Derviches Giróvagos turcos, como sabemos de ascendencia sufí una especie de misticismo islámico, y que habría llegado aquí a través de peligrosas conexiones murcianas.      

No obstante algunos de los integrantes más sesudos del grupo de Viviendas Colaborativas Las Crisálidas piensan que no se trata de una secta sino de una enfermedad del baile, fenómeno sanitario y social que ya se dio entre los siglos XIV y XVII entre algunos pueblos eslavos en los que la multitud bailaba y bailaba hasta el agotamiento, esta enfermedad llamada vulgarmente coreomanía, y cuyo nombre científico es chorus saltatios, agota física y mentalmente a los individuos que la contraen que caen extenuados después de horas y horas danzando, tiene difícil cura puesto que en cuanto mejoran, aunque sea levemente, vuelven a las andadas o por mejor decir a las danzadas.

El gran pintor Matisse ya estudió la danza de los coreómanos y buscó terapias contemplativas que hiciesen calmar los ánimos de aquellos contumaces danzantes. En los últimos años se ha recurrido a tratar a los enfermos de coreomanía con terapia musical derivada de la música dodecafónica e hipnótica como, por ejemplo, la de Porya Hatami con desiguales resultados. Esperemos que los centros de salud y hospitales aragoneses estén al tanto de las nuevas terapias para poder aplicarlas a estas compañeras.  

Al boletín
reporta en Somontano
Tito Liviano

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* No seguidora de Emiliano Zapata sino de los zapateados propios de la chacona y otros bailes como la zarabanda llevados por los gachupines a México después de la conquista.

La tolerancia y sus límites

“No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería con mi vida tu derecho a expresarlo”  

Stephen G. Tallentyre, pseudónimo de Evelyn Beatrice Hall (atribuida a Voltaire)

Aunque el concepto fue acuñado y desarrollado por los filósofos de la ilustración, fundamentalmente por John Locke y Voltaire, en lo que llamamos el pensamiento posmoderno se hace continuamente referencia a la necesidad de ser tolerantes con las diferencias que nos separan de la manera de ser de los demás, es un pensamiento loable en principio. Sin embargo, también hemos de tener en cuenta la necesidad de ser intolerantes con aquello que conculca los derechos y las libertades del conjunto de la población. Es lo que se ha dado en llamar la paradoja de la tolerancia, que se expresaría más o menos así: Si extendemos la tolerancia ilimitada aun a aquellos que son intolerantes; si no nos hallamos preparados para defender una sociedad tolerante contra las tropelías de los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, junto con ellos, de la tolerancia.      

Entonces ¿ante qué debemos ser intolerantes? En principio ante la propia intolerancia y también ante todo aquello que atenta contra los derechos humanos, la salud, la democracia o las libertades. Y también, claro está, debemos ser intolerantes ante la homofobia, el machismo, el fascismo, la violencia en general y específicamente ante la violencia contra la mujer.      

Seguramente os estaréis preguntando, a estas alturas del texto, a qué viene esta reflexión sobre la tolerancia y sus límites. La respuesta está en las reflexiones que en mi grupo de debate y reflexión, el grupo 3 de Las Crisálidas, se produjeron en una de sus sesiones. Nos preocuparon específicamente los problemas que se crean con algunos negacionismos que pueden afectar a la salud y la convivencia de nuestra futura cooperativa de vivienda colaborativa. Evidentemente hay negacionismos que sólo son un peligro para los propios defensores de ese negacionismo, por ejemplo los terraplanistas o los creacionistas. No son un problema para la convivencia aunque sean un sinsentido en lo cognitivo. Pero sí que es un problema para la convivencia del grupo el negacionismo antivacunas en una comunidad cuyo objetivo es el cuidado mutuo.      

En mi opinión, la plena vacunación de todos los miembros de la comunidad es un elemento de protección indispensable, por lo que habrá que dejar bien claro —bien en los estatutos o bien en el reglamento de régimen interior de la cooperativa— que nos regiremos en los aspectos que tengan que ver con la salud por lo recomendado por la Organización Mundial de la Salud y por el Ministerio de Sanidad de nuestro país y que estas recomendaciones deberán ser de obligado cumplimiento.      

No puedo ser de ninguna forma tibio en mis reflexiones sobre este asunto ya que a mí, antes siquiera de cumplir un año, me atacó el virus de la polio al igual que a unas 300.000 personas de mi generación, de las que tres mil de ellas murieron. En todo el mundo desarrollado hacían vacunaciones masivas, pero en España el franquismo tardó casi diez años en hacer lo mismo, aunque la vacuna era muy barata. Recordemos también cómo las vacunas acabaron con la tuberculosis (en este caso de origen bacteriano), la viruela, el sarampión, la fiebre amarilla, la gripe española, etc… y ahora el coronavirus. Nos vacunamos por dos motivos: para protegernos y para proteger a todos los demás. Cuando la mayoría de personas están vacunadas, aquellas que no lo están se protegen también. Es lo que se conoce como inmunidad de grupo.      

Para terminar, ya la reflexión va un poco larga, diría que debemos ser tolerantes con todo lo que no atente contra nuestra salud, nuestra integridad física y contra los derechos humanos y las libertades.      A mí no me gustan las canciones de Julio Iglesias, pero defendería con mi vida tu derecho a escucharlas o cantarlas (eso sí en voz baja, por favor).

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Protocolo para alentar ideas

De pronto, inopinadamente me viene una idea al magín.

    —¿Y tú qué opinas?

    —¿Quién yo?

    —¿Quién va a ser si no? —le digo, amablemente.

    —Muy bien.

    —Quédate y habla conmigo, tomemos un cafelito mientras charlamos. No suelo recibir visitas vuestras, como mucho una al año.

    Ella, la idea, suspira incrédula, cabecea como con dudas acerca de aceptar o no pero finalmente, golosa, acepta la invitación y se sienta con algo de ceremonia en mi sillón orejero.

    La observo mientras voy y vengo de la cocina a la sala preparando la bandeja, las tacitas, el azúcar y unas pastas esperando a que salga el café.

    Es muy hermosa la idea, de piel trigueña, tiene aspecto distinguido y elegante, es una idea sugerente y hasta sensual diría yo. Va vestida con un traje chaqueta gris marengo y blusa blanca, calza en sus pies unos zapatos negros de medio tacón. Esta vez al menos voy a tener una idea interesante y resultona.

Acuarela del autor

    Cuando el borboteante murmullo de la cafetera anticipa que ya ha salido el café, voy a por él y lo sirvo en las tazas con mucho cuidado. Removemos el azúcar, bebemos los primeros sorbitos y se hace el silencio. Me he sentado, yo también, enfrente de ella y bebido mi café, tomo el recado de escribir y la estilográfica. Entonces, mientras ella perezosamente termina de tomarse el cafelito a pequeños sorbos y a degustar unas pastas de té  —las ideas y las opiniones suelen tender a la contradicción— la voy describiendo con precisión sin que se me olvide ninguno de sus rasgos, antes de que ella, satisfecha al fin, no sé muy bien si por mi descripción o por el cafelito con pastas, se arrellana en el sillón. Me mira con una sonrisa entre incitante y burlona. Me da la impresión de que está al cabo de la calle de lo que pienso como si estuviese instalada además de en el sillón también en mi cabeza. Para que tenga tiempo de asentarse mejor, le ofrezco un vino dulce y ella sin ningún empacho pregunta.

    —¿No tendrás un Pedro Ximénez?

    —Claro, ahora mismo le pongo una copita.

    Mientras voy al aparador para coger la copa y la botella, la observo por el rabillo del ojo, está sonriendo satisfecha estoy seguro de que piensa que me ha impresionado. Le sirvo una copa generosa y se la acerco. Ella la huele primero con delectación, tras haberla agitado ligeramente, y observa la lágrima del vino deslizándose en la copa antes de dar un sorbito. Creo que la idea y yo somos de la misma opinión al menos en lo que respecta al Pedro Ximénez. Le pregunto ya directamente sin ningún resquemor.

    —Y ¿ustedes las ideas dónde se encuentran cuando no están trabajando como ahora mismo?

    —Depende de las ideas, unas preferimos residir en la izquierda y otras en cambio en la derecha.

    —Ya, pero ¿la izquierda y la derecha de dónde?

    —Pues verás —ella me tutea con toda confianza— tenemos la libertad de residir donde más nos convenga, yo tengo querencia por Galicia que es lo más occidental de este país y suelo merodear en torno a Mondoñedo. ¿Conoces el pazo de San Isidro? Está en el Couto do Outeiro, junto a la calzada que llevaba hasta la Ponte do Pasatempo. Allí en el pazo me alojo en la lareira de la antigua servidumbre. Es un sitio muy adecuado para las opiniones enciclopedistas o ilustradas como yo. También allí en el pazo está enterrado el obispo Sarmiento que fue una de las más preclaras figuras de la ilustración gallega.

    Me doy cuenta enseguida de que estoy ante una idea de origen volteriano, no podía ser menos porque, en la siesta, estaba yo soñando a vueltas con la tolerancia, la intolerancia y el Tratado que escribió Voltaire. Por otra parte le encuentro un gran parecido con los grabados que conozco de Émilie du Châtelet, la marquesa que fue el gran amor de Voltaire, aquella mujer que acudía al café Gradot de París disfrada de hombre para poder discutir con los intelectuales ilustrados, pero también aquella mujer que supo atraer con sus encantos al intelectual más solicitado de su época. En fin, deben ser sugestiones de mi magín que anda algo alborotado con su visita y sus sonrisas.

     Se da cuenta de que yo también me he dado cuenta de quién es, sonríe y con ello parece aprobar lo que he escrito sobre ella, carraspea ligeramente antes de decir:

    —Pues me vas a disculpar pero tengo que marcharme, que hay otro opinador que está barruntando una idea diderotiana y es mi deber y mi deseo ayudarlo.

    —¿Puedo contar con que volverá usted a visitarme?

    —Si me sigues agasajando con café, pastas y Pedro Ximénez cuenta con ello, volveré otro rato.

    Se termina la copa, mientras yo también termino de describir la tolerancia y su contraria intolerancia, se levanta del sillón ágilmente con ademanes resueltos y haciendo en leve saludo desaparece.

    Quedo yo satisfecho con la visita de la idea y con lo que he escrito sobre ella, recogiendo las cosas y pensando cómo explicarle a Avelina que tenemos que comprar otra botellita de vino y que son las ideas quienes se las beben.

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Al abrigo del mar

Barca en La Negra (Almería) – Acuarela de Javier Vicente

A la vora del mar. Tenía

una casa, el meu somni,

a la vora del mar

A la orilla del mar. Tenía/una casa, mi sueño,/a la orilla del mar.
Salvador Espriu

Media Europa elige disfrutar de su jubilación en la costa española, el Mediterráneo como símbolo de la buena vida, igual les da que sea en el Levante o más al sur. Les atraen muchas cosas pero sobre todo les enamora la vitalidad que transmite el buen tiempo. Qué placer sentir el calorcito del sol en las trabajadas articulaciones, pasear entre naranjos, pedalear por las pacíficas carreteras secundarias o caminos de la costa, descubrir el horizonte lejano sobre el mar y los cielos claros, apaciguadores, quizás con alguna nube que nos entretenga buscándole parecidos a sus formas siempre distintas.

     Hecha esta pequeña introducción, luego volveré sobre ella, quería reflexionar conjuntamente con todas ¿qué nos ata al lugar en el que hemos vivido nuestra edad productiva? ¿es quizás el instinto tribal y el sentido de pertenencia? Perdonad, pero cuando debo o quiero pensar siempre recurro a la poesía que es el género escrito que evoca diciendo lo máximo de lo mínimo. Decía el poeta polaco Tuwim defendiendo su ciudad a pesar de los pesares: “Exalte a Sorrento y a Crimea/quien se perece por la belleza/ pero yo soy de Lozd/ y el humo negro me es dulce y agradable.” Es verdad que la rutina o el peso de lo ya vivido suele imponerse en nuestras decisiones o en la falta de decisiones, nos cuesta mucho cambiar; pero ¿no será mejor ser audaces en este tramo culminante de nuestras vidas, dar un giro de ciento ochenta grados y poner tierra de por medio con nuestras antiguas limitaciones y apostar por un clima y unas tierras que nos ofrecen lo que aquí no tenemos?

    El placer de la vida al aire libre con tiempo benigno y saludable, suavizado en verano y en invierno por la cercanía del mar, el ambiente caldeado, el sol acariciante y el mar al fondo a veces calmado, otras veces agitado como nosotras mismas. Quizás tengan razón aquellas personas que apostaron por abandonar la tradición que las ligaba al terruño y decidieron darse una nueva oportunidad esta vez vinculada a los placeres del clima mediterráneo, a su luz invitadora, a los sabores plenos de los huertos de los payeses que saben saborear la tranquilidad de la vida junto al mar. 

     Decía Skármeta que decía Neruda en su El cartero de Neruda: “Aquí en la Isla, el mar y cuanto mar. Se sale de sí mismo a cada rato. Dice que sí, que no, que no. No puede estarse quieto. Me llamo mar, repite pegando en una piedra sin lograr convencerla. Entonces con siete lenguas verdes, de siete tigres verdes, de siete perros verdes, de siete mares verdes, la recorre, la besa, la humedece, y se golpea el pecho repitiendo su nombre”.

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Carpe Diem

(…) La vida en la tierra sale bastante barata.
Por los sueños, por ejemplo, no se paga ni un céntimo.
Por las ilusiones, sólo cuando se pierden. (…)

Wislava Szymborska

Nos preocupan, y es lógico que así sea, los cuidados y el deterioro físico que ineluctablemente llegará. Es necesario, sin ninguna duda, reflexionar sobre ello y hacer previsiones individuales y colectivas. También cuando pensamos en el lugar en el que vamos a convivir, en nuestras viviendas colaborativas tenemos que tener muy en cuenta los servicios, especialmente los servicios sanitarios.

     Todas estas previsiones, no obstante, no pueden ocultar ni enmascarar que lo que queremos sobre todo es vivir. La vida vale la pena. No estamos dispuestos a dejarnos invadir por la negatividad que siempre impregna todo lo concerniente a la vejez. Tenemos que mentalizarnos positivamente y priorizar ante todo la vida, es nuestro gran activo, es el motivo que debe mover esta aventura colectiva. Una vida que debe ser activa e incluso activista, me atrevería a decir. No debemos dejarnos llevar por la negatividad, por la no vida, resistir con uñas y dientes. Nuestro gran objetivo es vivir plenamente en este trayecto que tenemos por delante. Si nos gusta la naturaleza, disfrutar del paisaje, de los ríos y bosques, si nos gusta dar paseos bien conversados ​​al aire libre por qué no hacerlo, por qué no priorizar la vida en todas y cada una de nuestras elecciones. Los achaques y las posibles enfermedades es seguro que llegarán pero no podemos y no debemos organizarnos sólo pensando en ellas. No queremos instalar nuestras viviendas colaborativas en un ala de un hospital para estar más seguros. Habrá que saber convivir con los achaques de la edad, pero nunca someternos a ellos y negarnos a disfrutar de lo que nos quede, hay que apurar hasta la última gota del buen vino que nos ofrezca la vida. 

    Queremos vivir en un entorno amable, rodeados de amigos, apoyándonos los unos a los otros cuando lo necesitemos y queremos sobre todo vivir como activistas en la defensa de esas vidas plenas y de las causas justas que en nuestro entorno geográfico y social reclamen nuestra implicación. Sólo lo que ya estamos haciendo ahora, construyendo esa realidad alternativa para nuestra alternativa vejez es un activismo continuo contra las limitaciones que intentan asfixiarnos. No van a poder con nosotros ni las estrecheces de miras de los legisladores, ni la falta de apoyo de las instituciones. Sabremos encontrar nuestro camino para hacer realidad nuestros deseos. Gracias a los utópicos se ha conseguido siempre lo imposible. Encontraremos, seguro, un sitio que cuente con esas condiciones de salubridad natural, de buen clima, de grandes espacios limpios.

     Así pues, escanciemos un buen vino en nuestras copas; sabemos que es breve la vida, mientras ahora leemos esto el tiempo pasa. ¡Disfrutemos del momento! Quién sabe lo que pasará mañana.

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El huevo, la gallina y otras aporías

Al contrario que en la cultura, en la
selección natural la solución precede al problema.

J. Wasensberg

Por si acaso hay alguna sospecha infundada, creo que sigo cuerdo o todo lo cuerdo que yo puedo estar, pero en la manía de pensar reside también el vicio de querer compartir lo que se piensa.

En nuestros debates a menudo recurrimos a esta aporía: ¿qué fue antes la gallina o el huevo? Y recurrimos a ella, en general, cuando no queremos reconocer la verdad, a veces no toda la verdad, del razonamiento de la persona que nos contradice.

    Pero estaréis ya pensando ¿a qué viene toda esta introducción? Vayamos al grano que es plato de gusto de las gallinas. El grano es el asunto del solar que debemos y tenemos que encontrar y que será el fundamento de nuestra infraestructura dura.

    Hay partidarios de la gallina y dicen que habría que definir primero, hablando y debatiendo por supuesto, cuántos metros cuadrados necesitamos de mínimo y de máximo para poder dotarnos de un edificio o sistema de edificios que puedan albergar todo lo necesario para satisfacer nuestros deseos de vivir bien y de tener una buena calidad de vida y luego con esos parámetros buscar el solar.

    Sin embargo también hay personas partidarias del huevo que dicen que primero hay que tener un solar y luego hacer un concurso de ideas para que los arquitectos desarrollen en ese espacio un proyecto que nos satisfaga. 

    En nuestro sistema cultural casi siempre definimos primero el problema y luego buscamos la solución, pero también sabemos que cuando un problema se enuncia de forma precisa ya se está anticipando la solución. Por lo tanto enunciemos bien el problema: ¿Cuántos metros cuadrados de gallina necesitamos y dónde será el sitio en que esa gallina no nos cueste un huevo?

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