
Mis padres eran de León, se casaron allí y vinieron a establecerse en Zaragoza donde nacimos mi hermana y yo. Crecimos en un barrio y una calle que daba directamente al campo, y del que disfrutamos a tope. Yo soy Pilar Cordero, mi infancia fue de esas en las que se pasaba mucho tiempo con los amigos en la calle al libre albedrío, en la que no había muchas normas e igual por eso fui muy feliz. También lo fue porque estábamos los cuatro juntos, una familia muy normal y humilde. Las familias de mis mejores amigas eran iguales, la madre en casa y el padre fuera trabajando. Esperando el verano para visitar a la familia y disfrutar de esas vacaciones en las que nos íbamos con el 600 a tope hasta León, viaje que aprovechábamos para acercarnos de paso a otros sitios. A veces primero íbamos a Santander a visitar a una hermana de mi padre, hoy es como mi segunda madre. A mis padres les encantaba viajar, preparar la maleta y meternos a las dos en el coche con la nevera en medio para ponernos en carretera.
Con 14 años empecé a tontear con el que hoy es mi pareja y compañero y con el que orgullosamente comparto una hija estupenda. Hemos ido creciendo juntos, bueno a veces no, a veces uno va por delante del otro, pero al final siempre juntos. Estudié en un colegio concertado y luego hice administrativo porque fue lo que hicieron mis amigas en cole de monjas, la verdad es que salí un poquito rebotada de tanta disciplina y tan poca conciencia crítica. Hice un curso de Puericultura, por decisión propia y fue lo que más disfruté. Seguramente hubiera sido una buena línea a seguir pero mi padre se quedó en paro, y me puse a trabajar. He trabajado a temporadas en diferentes sitios, de vendedora, de comercial, de socorrista y monitora de piscina… Hoy trabajo en un almacén, el trabajo me gusta, aunque físicamente en según qué épocas es agotador.
Días antes de cumplir yo 20 años se murió mi madre de repente y fue como suele suceder un mazazo para todos, además era la alegría y el pegamento en casa, se rompió un poco todo. Por cierto mi madre se pispó en seguida de mi relación y no pusieron peros en casa, la niña salía con un buen chico, trabajador, conocían a la familia, parecida a la mía. Cuando murió mi madre, mi tía, la hermana de mi padre, estuvo muy pendiente de nosotros, agradezco muchísimo lo que hizo, siempre que podía ahí estaba. Hoy sigue siendo una persona muy importante en mi vida. Mi padre se murió cuando yo tenía 39 años, después de una larga enfermedad, y por esperada tampoco fue menos dura.
Creo que es muy gratificante participar y formar parte del lugar donde estás. He colaborado y participado en la asociación de vecinos de mi barrio de juventud, y también en los centros donde ha estado estudiando mi hija. En el instituto de mi hija, cuando la administración eliminó la gratuidad de los libros, desde la ampa dos personas idearon la forma de montar un banco de libros de manera que pagando muy poco por los libros pudieran llegar a todos los alumnos del centro que cursaban E.S.O, no dejando a nadie atrás. La participación se sucedió por parte de todos, los trabajadores, los profes, los alumnos, los padres o sea toda la comunidad educativa. Fue un logro y me sentí muy orgullosa de formar parte de ese proyecto, propuse presentarlo al premio Ebrópolis, que concede el premio a las buenas prácticas ciudadanas, como lo propuse yo, me tocó presentar la candidatura. Ganamos el primer premio de la edición. A nivel personal significó mucho.
En el 2019 conocí a los primeros que soñaron en Las Crisálidas, aunque todavía no se sabía ni el nombre. Y como me pasó con el de los libros, este proyecto me entusiasmó. Me parece un planazo este modelo de vida, de vivir tu vida, no la que otros deciden por ti, un proyecto que se genera por y para los que lo trabajan, y que está abierto al entorno. En el que creo que se fijarán otros grupos para formar el suyo. En fin, que hoy estoy aquí y estoy emocionada con lo que puede salir de todo esto.