Carmen Antolín

Yo voy soñando caminos / de la tarde. ¡Las colinas /doradas, los verdes pinos, / las polvorientas encinas…! / ¿Adónde el camino irá?. / Yo voy cantando, viajero / a lo largo del sendero… / -la tarde cayendo está -/

Antonio Machado

  Y para mi este camino, soñado desde siempre, creo que lo encontré en el otoño de 2019, cuando de la mano de un amigo entré en contacto con un grupo de personas que buscaban también compartir la “tarde” de sus vidas desde el respeto, la autonomía, el crecimiento personal, la solidaridad… y quizá con algunos, la amistad.

   Y emprendí junto a ellos este camino, difícil pero precioso, de vivir en común abiertos a la libertad.

   Nuestro primer empeño fue conocernos. Pero conocerse no es fácil.

   Mostrar quién eres, así de entrada es complicado, sobre todo para las personas que no se conforman con una biografía que casi parece un currículum en el que se aporta lo que le parece que interesa a los demás: de dónde somos, la familia, los estudios que has cursado, el trabajo que has desempeñado, aficiones y gustos, amigos, conocidos comunes…

   En fin, para empezar, eso no cuesta mucho trabajo, y tiene su importancia el saber estas cosas porque son una parte de las que nos han ido conformando en los años vividos.

   Por ejemplo, para mí es importante decir que mis ojos han visto la luz en la dura posguerra en un pueblecito pequeño del Bajo Aragón, y que amo su arcillosa tierra roja aunque únicamente haya vivido allí durante los veranos. Que he tenido una infancia muy feliz rodeada del cariño de mis padres, de mis hermanos y de la familia y disfrutado de los amigos. Que viví una adolescencia muy peleada por mis deseos de libertad e independencia en lucha con la superprotección familiar y del ambiente social que se respiraba.

   Que, después del Bachillerato, en un colegio de monjas, me gradué en Peritaje Mercantil, porque tenía prisa por empezar a trabajar.

   Y tuve la suerte de conseguir hacerlo en la Universidad de Zaragoza, donde he trabajado, en diversos puestos administrativos, durante 46 años. Me he encontrado allí muy a gusto, en un ambiente agradable y muy interesante, viviendo desde una posición inmejorable los cambios que han acaecido en el mundo universitario, desde las primeras revueltas estudiantiles junto a unos chavales que tenían la misma edad que yo…

   He pretendido siempre que mi trabajo fuera un servicio hacia las personas con las que me he tenido que relacionar, que han sido muchas y muy variadas.

   El tener un trabajo fijo y seguro ha sido estupendo para mí porque llevada por mi curiosidad y mis ganas de aprender pude emprender otros caminos, que no tenían nada que ver con mi profesión.

   Lo primero que me tentó fue la Escuela de Artes Aplicadas y ese mundo informal y un poco loco de los 60, que me llevó a montar junto a tres compañeras, un pequeño estudio de decoración en tiempos difíciles, en los que aún estaba queriendo nacer el Colegio Oficial de Decoradores y lo más duro era conseguir, siendo mujer y joven, que los gremios te valorasen y tomasen en serio como profesional.

   Pero una cosa lleva a otras y el arte me interesaba mucho, sobre todo las artes decorativas, así que me matriculé en la Facultad de Filosofía y Letras, para estudiar Historia del Arte.

   Disfruté y aprendí mucho, pero también fue muy duro compatibilizar mi trabajo de horario fijo con el estudio de decoración y el sacar curso a curso la Licenciatura, ¡además, por supuesto, de no perderme ninguna fiesta! Pero lo logré cerrándola con una tesis sobre artesonados mudéjares con el título de «La techumbre de la Casa de Gabriel Sánchez» publicada por el Ayuntamiento de Zaragoza junto con la Institución Fernando el Católico. A esto siguieron los cursos monográficos de doctorado, la participación con comunicaciones en Congresos Internacionales de Mudejarismo y el empiece de una tesis doctoral que tuve que abandonar por motivos familiares y económicos.

   Y cuando cumplí 50 años decidí que había dos cosas que no quería dejar de hacer: andar el camino de Santiago desde Canfranc a Finisterre y estudiar Ciencias Sociales en su faceta de Trabajo Social ¡Y lo conseguí!

   Ahora, ya, mi trabajo empieza a ser “desaprender”.

   Pero las personas somos complejas, no solo tenemos una faceta académica y profesional, hay muchas otras en cada una de nosotras: la afectiva, la familiar, la social, la espiritual, la filosófica, la política, la más íntima del puro disfrute con todo lo que la vida nos brinda… ¡y eso es la esencia de las personas, su “misterio”!.

   Llegar a eso es difícil, hay que descubrirlo, poco a poco, sin prisas, en esas canciones del sendero que dice Machado, o también como le explicaba el Zorro a aquel niño rubio que llegó a la Tierra, desde su minúsculo asteroide, buscando amigos: “Hay que tener mucha paciencia. Empezarás por sentarte un poco lejos de mí, así en la hierba. Te miraré de reojo y no dirás nada. Pero cada día podrás sentarte un poco más cerca…” Para encontrarlos hay que “crear lazos” con mucho respeto, y eso requiere echarle tiempo y muchas ganas… O como en el romance del Conde Arnaldos: “Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va…”

   ¿A dónde?, caminantes, ¿a dónde el camino irá?

Javier Lardiés

Hola a todos mis futuros compañer@s de vida.

   Me piden realice una semblanza de mi persona, voy a ello.

   En primer lugar, estoy divorciado, tengo una hija de 33 años, un hijo de 27, un nieto y una nieta guapiiiisimos.

   Siempre he tenido una sensación de inferioridad, lo cual me ha hecho esforzarme por mejorar.

   Me considero vergonzoso, aunque he trabajado mucho en ello y casi no se me nota.

    Empático, aunque a veces mi vehemencia me hace hablar más rápido de lo que pienso y eso me juega malas pasadas, pero estoy intentando corregirlo.

   Me gusta respetar la ley y que los demás también la respeten, en definitiva, que juguemos todos con las mismas reglas.

   Tengo algunas virtudes y muchísimos defectos que intento corregir.

Vengo de una familia humilde, mi padre trabajaba en el IRIDA, era maquinista de Colonización, haciendo pueblos por toda España, mi madre una abnegada ama de casa, trabajó muchísimo para sacar adelante a sus cuatro hijos.

   Hasta que cumplí los 10 años no había vivido un año entero en un mismo lugar. El recuerdo más arraigado de aquellos años es cada vez que a mitad de curso entraba en una clase repleta de niños y me presentaba el profesor o profesora de turno, recibiendo la mirada de toda la clase.

   Desde los diez años viví en Pinsoro, un pueblo de los llamados de Colonización, donde le dieron tierras a mis padres y allí comenzó mi historia continua.

   Cuando contaba 15 años falleció mi padre, y aun siendo el tercero de cuatro hermanos, entre mi madre y yo nos encargamos de intentar enderezar nuestras vidas arrastrando una deplorable situación económica.

   Luego vino la mili, de voluntario en el cuartel de Valdespartera, en Automóviles. Al acabar volví al pueblo y fundé mi primera empresa con 21 años, que por cierto fue una ruina. La dejé y me fui de vacaciones una semana a Valencia donde encontré trabajo en una firma de elaboración de pescado.

 Estando trabajando en esa fábrica, fundé mi segunda empresa de distribución de alimentos congelados. Fue otra ruina aún mayor, seguí trabajando y pagando las deudas. A los seis años me fichó una empresa de Alicante mucho mayor y allí permanecí doce años, pero la morriña era demasiado grande y decidí (dejándome las puertas abiertas), volverme a Zaragoza.

   Como soy muy previsor, antes de irme de Alicante ya había fundado mi tercera empresa en Zaragoza, con un cuñado como único trabajador y yo dirigiendo desde Alicante. Cuando ya podíamos tener un pequeño sueldo los dos, decidí volverme a Zaragoza con toda la familia. Esta empresa sigue funcionado desde hace 26 años.

   Estando inmerso en esta ultima empresa, fundé mi cuarta empresa que fue otra ruina.

Actualmente estoy delegando y pensando como vosotros en nuestra estupenda cooperativa, ya no quiero mas empresas, que sean otros emprendedores los que las acometan, que falta nos hace.

   Un saludo a todos y ánimo que ya falta menos.

Carmen Bada

 Nací en Fabara (Zaragoza), sin permiso de mis padres. Fui la cuarta hija de una familia católica en una época de crisis económica, con lo que no fui recibida precisamente con mucha ilusión. Así que me las arreglé para pasar lo más desapercibida posible y no dar problemas.

   Mi madre regentaba una fonda en casa y una carnicería, además de los cuatro hijos. Para liberarla de parte de sus tareas, cuando tenía tres años me enviaron a Nuez de Ebro con mi abuela y mi tío que entonces era sacerdote. Mi abuela era una mujer lista, cariñosa, valiente y serena, una de las mujeres de mi vida a las que me hubiera gustado parecerme. Aún hoy, en momentos de duda, recuerdo sus palabras.

   Volví a mi pueblo a los seis años y viví con mis padres hasta los diez, que me trasladé a Zaragoza. Estuve tres años interna en el Colegio de Franciscanas de Montpellier. De esa época guardo algunos recuerdos malos y bastantes enseñanzas buenas, como de cada etapa. A los trece me instalé a vivir en un piso, primero con mis hermanos y luego compartido con otras estudiantes.

   Desde los 19 años trabajo en el Gobierno de Aragón. Empecé en la preautonomía, en 1978, siendo la primera funcionaria del Departamento de Agricultura, por lo que casi podría escribir su historia, de la que he sido testigo durante 45 años. El hecho de tener un trabajo fijo desde tan joven me proporcionó la estabilidad que buscaba, al menos en el terreno laboral.

   Este afán por vivir en una familia “estructurada” me llevó a casarme muy joven y a tener dos hijos estupendos a los que dediqué durante varios años todo mi tiempo y mi energía, ya que me quedé sola con ellos siendo muy pequeños.

   Quince años después, iniciamos una relación de pareja con Jesús, mi compañero y amigo desde críos y con el que espero envejecer de la manera más dulce y alegre posible, contando también con vuestra compañía.

   La música y la literatura son mi principal refugio y fuente de satisfacción. En mi juventud formé parte de algunos grupos musicales y ahora participo en varios talleres literarios de poesía y narrativa. No aspiro a tener éxito en ninguna de estas facetas de mi vida, pero forman parte de ella de una manera muy gratificante para mí.

   Me gusta la cocina, las manualidades, las tertulias, el cine, el mar. Y sobre todo me gusta relacionarme con otras personas.  Mantengo varios grupos de amigos que he ido atesorando y que me esfuerzo en mantener.

   No espero tener nietos, así que mis ilusiones en este momento son jubilarme próximamente, con lo que podré disponer libremente de mi tiempo y seguir apoyando este proyecto de convivencia de nuestra Asociación que siempre me ha parecido complicado, pero no imposible.

   A por ello.

José Antonio Rovira

¡Hola!, Tengo 66 años, jubilado, y he sido 40 años funcionario del Ayuntamiento de Zaragoza; los 22 últimos como jefe de una Junta de Distrito. ¡Funcionario! Contra el bulo popular, la mayoría de las funcionarias servimos al pueblo y somos conscientes de que nos paga el pueblo. Entiendo que en participación ciudadana nos dedicábamos a solucionar los problemas de la gente. Mi trabajo no fue un castigo divino sino una forma de realización personal.

   Aunque tengo otras actividades, estoy especializado en laicismo y muerte digna.

   Tengo responsabilidades en el Movimiento hacia un Estado laico de Aragón (MHUEL) y soy socio de Europa laica.

   En materia de muerte digna, tengo responsabilidades en Derecho a Morir Dignamente (DMD) tanto en Aragón como en la Federal.

  Soy fan de los museos, sobre todo pinacotecas. Suelo ir a Madrid a ver la “milla del arte” y he estado en varias capitales europeas visitando museos. He estado en Nueva York y este pasado 2022 estuve en Cuba, ya como afinidad ideológica; vivo, a mi pesar 😜, en una matrioshka política de partidos de izquierdas.

   Leo y procuro estar al día en materia de divulgación científica, considerando la ciencia como la mejor aproximación al concepto de certidumbre. Estoy en una asociación cientifista y escéptica que luchamos contra las pseudociencias o las pseudomedicinas. Procuro guiarme por el pensamiento crítico.

   He sido cinéfilo pero en la actualidad, por falta de tiempo, estoy más próximo a François Truffaut que a Cristopher Nolan.

   He leído también mucha ficción, aunque últimamente casi solamente leo informes y revistas de mis entidades.

   Tiendo a utilizar el genérico femenino, porque lo considero tan válido e incluyente como el genérico masculino, algún día la RAE lo asumirá.

   Abrazos a todas y todos. 

Entre todos los viajes elijo uno: la vida

   Ante una hoja en blanco, me pregunto qué rescatar de mi vida para que las personas que la lean puedan conocerme.

   Nada fácil resumir en unos folios una vida larga y muy “movida”.

   Nací en un pueblo de Huesca, Poleñino, dónde murió Alfonso I El Batallador, que venía herido de una batalla en la frontera. Aquí empieza el viaje de mi vida, un mes frio de noviembre de 1953, en un pueblo con historia pero muy pequeño. Infancia feliz pero siempre bañada por la nostalgia de la ausencia de mis abuelos maternos, republicanos exiliados en Francia, aunque fue para mí la posibilidad de conocer ese país desde muy pequeña y disfrutar de unos veranos al lado del mar y mimada por mis abuelos que solo me veían una vez al año.

   Estudié en Zaragoza, en la Universidad Laboral. Conocí a Antonio y me casé muy joven, tuve dos hijos, que ahora se han multiplicado y tengo tres nietas y dos nietos, todos magníficos.

   Mi vida laboral fue variada, trabajé en Correos y en el Ayuntamiento de Zaragoza, dónde me jubilé, pero hice un paréntesis para hacerme profesora de yoga y abrir una Escuela, que dejé poco antes de fallecer Antonio.

   En el Ayuntamiento trabajé en distintos departamentos de cultura y educación, y los últimos años en la Casa de la Mujer.

   Mi inquietud por ayudar a crear una sociedad más justa me llevó a estar implicada en distintas organizaciones, asociaciones vecinales, sindicatos, partido político y distintas asociaciones feministas y laicistas.

Viajar por distintos países en furgoneta ha sido esa gran aventura que compartí con mi compañero de vida y por la que le estoy profundamente agradecida.   Llegar hasta aquí ha sido una aventura, ahora en el reposo de la soledad, sigo aprendiendo de una forma sosegada y en una ciudad distinta, buscando el mar he querido realizar el sueño de vivir unos años a su lado y estoy en Alicante.

 Cuando conocí el proyecto de Las Crisálidas, me dije que era la manera de vivir la siguiente etapa de mi vida, en mi tierra y rodeada de amigas y amigos.

Mi viaje

  Mi nombre es Ana y nací en Sabiñánigo en la Navidad de 1958 cuando todavía se nacía en casa, la estufa de leña era la calefacción central y se vivía con los abuelos.

   Mi familia provenía de Ainielle por parte de mi padre y de Lárrede por parte de mi madre. Sus historias difíciles y duras, forjadas a base de trabajo y privaciones por la época que les tocó vivir, me impregnaron desde pequeña y marcaron mi carácter. Sus vidas siempre han sido el ejemplo que me ha servido para seguir adelante a pesar de los reveses de la vida. Siempre he sentido amor y reconocimiento por lo mucho o poco que me hayan podido dar, teniendo siempre presente su generosidad.

   Mi infancia la recuerdo entre los abuelos, tíos y mucha familia. La vida se centraba entre el colegio, los deberes y la vida y juegos en la calle. Con mi hermano, cuatro años mayor, conocí los primeros tebeos, pero siempre eché en falta tener muchos libros en casa. Eran otros tiempos…

   Los veranos calurosos e interminables los pasaba en Escuer con unos tíos donde se vivía entre las faenas del campo y el cuidado de animales. Era mi lugar de veraneo y yo disfrutaba correteando al aire libre pero también empecé a sentir la melancolía y soledad en esas horas de siesta que sí o sí tenías que hacer.

   Mi pueblo quizá no tiene nada de especial pero tiene como telón de fondo un paisaje envidiable que todavía hoy me emociona, llamado Pirineo. En esa primera época no supe ver lo que significaba, a veces no se valora lo que tienes a tu alrededor, pero me sirvió en todo caso para enraizarme con la montaña, sin duda con lo que más he disfrutado en mi vida.

   Tras hacer el bachiller, preparé unas oposiciones en Huesca de administrativa para Correos y aprobé. En aquel momento no era consciente pero me sirvió para poder hacer siempre una vida independiente. Mi primer destino fue Pamplona. Con 19 años empecé a trabajar y a despertar a una nueva vida que me hizo replantear muchas cosas. Fue una época emocionante y muy intensa en lo personal y conflictiva en la vida política. Estoy hablando de finales de los años 70. Esta etapa me sirvió para hacer mucho callo y, entre pelota y pelota de goma, también hice el COU.

   Me gustaba mucho la poesía, la filosofía, escribir, leer y fantasear. Trasladada a Zaragoza, me matriculé en Filosofía con un pensamiento un tanto romántico que no se ajustó a la realidad, así que no acabé la carrera. Me sigue gustando y sigo haciendo cursos en mi afán por dar algo de sentido al sinsentido, pero he de reconocer que lo tengo crudo.

   Llevo más de 40 años en Zaragoza, formé una familia y tuve a mi hija Silvia. No siempre las cosas salen bien pero me quedo con lo bueno. Tras una etapa viene otra y seguí viviendo…

Desde aquí, empecé a subir a la montaña cada vez con más frecuencia. Ahora ya para disfrutar de sus parajes, subir algunas cimas, compartir con mis amigos esos momentos mágicos que sientes al comer junto a un ibón o pisar las cimas nevadas que tantas emociones me producen.

   Además de disfrutar de la naturaleza, me encanta viajar y conocer personas y lugares diferentes, si puede ser de otras culturas mejor. Eso me hace sentir que no somos el centro ni el ejemplo de nada. También leer, escribir, cualquier cosa que me permita seguir aprendiendo.

   Los últimos 16 años los pasé en la Confederación Hidrográfica del Ebro con muy buenos recuerdos y compañeros, hasta cumplir los 60 años que pude jubilarme. Desde entonces intento disfrutar sin prisas de las pequeñas cosas como un desayuno, paseos o charlas con amigos intentando escapar del vértigo diario de querer estar y llegar a todo. Algunos días los dedico a cuidar de unos niños en una guardería y compruebo cómo una sonrisa compensa cualquier esfuerzo y que siempre recibes más de lo que das. También me he comprometido a trabajar más por nuestro proyecto.

   Una vida resumida en unas pocas frases, el resto está por escribir. Pienso mucho en cómo sería mi vida de haber nacido en una tribu de África, en una gran urbe como Tokio o en cualquier otro sitio… Me apasiona pensar en vivir otras vidas distintas. El estar en este grupo es una de las circunstancias en que he tenido la posibilidad de elegir. Dónde nacer o quién fue mi familia me vino de catálogo.

   Gracias a María, que conocí en un curso de escritura, estoy en Las Crisálidas, ya cooperativa. No sé hasta dónde llegaré, pero el momento es ilusionante porque estoy conociendo a personas estupendas y además creo que me ayuda para enfrentar la última etapa de la vida con una ilusión y fuerza que de otra forma se tornaría bastante gris. Siempre he querido volver a mi querido Pirineo, pero al menos de momento, prefiero elegir con quién vivir antes que dónde y es que, si algo he aprendido a lo largo del camino, es que la amistad y el cariño es lo que da algo de sentido a mi vida.

No te rindas, aún estas a tiempo
de alcanzar y comenzar de nuevo,
aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
liberar el lastre, retomar el vuelo.

No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.

M. Benedetti

Ernesto Torcal

Nací en Madrid, donde viví hasta los 17 años, de padres aragoneses, en una familia económicamente acomodada en donde, sin despilfarro, mis cinco hermanos y yo siempre hemos tenido lo que realmente necesitábamos.

   Mi infancia la recuerdo feliz, tanto en Madrid como en los veranos que iba al pueblo de mi madre, en la ribera del Ebro, aguas abajo de Zaragoza. En aquellos años, mis tíos que vivían en el pueblo todavía no tenían hijos y me encantaba pasar temporadas con ellos. Los fines de semana bajaban mis tíos y primos que vivían en Zaragoza y nos juntábamos una buena cuadrilla. Mis abuelos maternos habían tenido 7 hijos y 24 nietos. Mi primera bicicleta me la compró mi abuelo a los ocho años.

   Estudié en Madrid, en los Escolapios, hasta los 14 años. Les planteé a mis padres que no quería seguir estudiando allí y 5º, 6º y Preu, los hice en el Instituto San Isidro de Madrid. Estamos hablando de finales de los 60 y principio de los 70, con todos los acontecimientos que ocurrieron en esos años en contra de la dictadura franquista.

  En el instituto me impliqué en el movimiento estudiantil, lo cual tuvo como consecuencia que con 17 años, en las navidades de 1970, el tristemente famoso Billy el Niño me detuviese en la boca del metro de Moncloa junto a otros dos compañeros. Tres días antes habían detenido a otro compañero en una manifestación, hecho que desconocíamos los tres, que habíamos quedado previamente ese día en ese lugar.

   Pasé diez días en los calabozos de la llamada D.G.S. en la Puerta del Sol (ahora sede de la Comunidad de Madrid), de donde salí el día 31 de diciembre hacia la cárcel de Carabanchel. Era finales de marzo de 1971. Entonces estaba en vigor el llamado estado de excepción, y te podían tener detenido por tiempo indefinido. No llegué a tener ningún tipo de juicio en el llamado Tribunal de Orden Público.

   Mi salida de Carabanchel fue “negociada” con mi padre, a condición de que me marchara de Madrid. Destino: Soria, donde tenía unos tíos.

   Allí estuve seis meses preparando los exámenes de Preu. Cuando volví a Madrid en septiembre para examinarme de un grupo que me había quedado pendiente en junio, una noche a las doce sonó el timbre de casa y dos personajes de la Brigada Político Social pusieron toda la casa patas arriba en busca de “propaganda subversiva”. No encontraron nada, pero nuevamente me llevaron a dormir cinco o seis días a los calabozos de la Puerta del Sol.

   Por este motivo, mis padres me mandaron con mi abuela a vivir y estudiar en Zaragoza en la Escuela de Ingeniería Técnica de Corona de Aragón, para ver si me dejaban tranquilo. Tras una fuerte discusión con mi padre, abandoné mis estudios a finales de curso, me puse a trabajar, me iindependicé y me fui a vivir con mi primera compañera.

  Desde entonces mi residencia ha sido Zaragoza, donde seguí defendiendo mis ideas, ya más ligadas al movimiento obrero.

   La dictadura todavía estaba en el poder, y por estar “rezando” en una iglesia, me volvieron a detener junto con más gente y durante varios días tuve que conocer los calabozos del Paseo de María Agustín. La cárcel de Torrero solo la conozco por fuera.

   En esos años, militando en un partido de izquierdas, conocí a nuestra compañera Ángela. Hacía muchísimos años que no nos habíamos vuelto a ver.

   Con 26 años tuve mi primer hijo. Entré a trabajar en una empresa grande, la Constitución ya estaba aprobada y mi actividad “política” fue bajando, aunque nunca he abandonado mis ideas y siempre he estado en un sindicato, con más o menos actividad.

   En la empresa, pronto empecé a promocionar y pasé por distintos puestos, lo cual supuso tener que vivir temporadas en otras ciudades.

   Participé en la creación de la Tertulia Albada con otros compañeros de la Escuela de Ingeniería Técnica. De la Tertulia siempre he sido socio, aunque mi presencia en los últimos 25 años ha sido muy escasa, pero siempre me agrada recibir el boletín mensual que publican, y poder participar en los miles de actos que han ido organizando en todos estos años aunque, en realidad, la mayoría solo han quedado en la intención. Allí conocí a nuestra compañera Pepa.

   Es posible que sea un poco inaguantable, porque me he divorciado dos veces, me he casado tres y tengo cuatro hijos de mis dos primeros matrimonios.

   A mis 53 años Telefónica me ofreció prejubilarme “voluntariamente”, tal como hacía con toda la plantilla al llegar a esa edad y, aunque económicamente deje de ganar parte de dinero, recuperé mucho tiempo libre para hacer muchas otras cosas. Nunca me he aburrido o pensado que no tenía nada que hacer.

   En mi prejubilación, me separé de mi segunda esposa. Me dediqué a estudiar y practicar distintas actividades (inglés, montañismo, domótica, bailes de salón…) y conocí a mi actual pareja, Lucía.

   Por otra parte, creo que soy una persona dialogante. Rechazo las personas sectarias y dogmáticas, no me importa poner en tela de juicio mis ideas e intentar comprender la idea de los demás, para intentar sacar conclusiones constructivas.

   Siempre he tenido en la cabeza la idea de que, sobre todo en la etapa senior de nuestra vida, había que tener otras formas de vivir. Pero esto estaba aparcado en algún lugar de la cabeza, sin darme cuenta de que el DNI cada vez era más viejo.

   Gracias a que mi cuñada Clara me comentó la idea de acudir a una reunión con una asociación llamada Las Crisálidas, os he ido conociendo y dando forma a las ideas que tenía aparcadas en mi cabeza.

   Espero que, mientras tenga fuerzas, poder desarrollar y disfrutar de esta forma de convivencia, desarrollo y ayuda mutua en el marco del cohousing.

El viaje de Lola

Yo de pequeñita pensaba que no sabía cómo funcionaba el mundo, así que leía y leía esperando encontrar respuestas. Mis padres eran inmigrantes que tan apenas habían ido a la escuela, marcados a fuego por la guerra civil. La atmósfera que se respiraba en casa era asfixiante, tenían mucho miedo de todo e ignoraban casi todo también. Aun así, quisieron darme la mejor educación que pudieron, es decir unos colegios de monjas. El primero fue terrible: represor, castigos y mucha ignorancia. El segundo, menos mal, era progre y mucho más caro. Mi madre quiso siempre que sus hijas fueran libres, así que no tenía ningún interés en que aprendiéramos a llevar una casa, bordar, o tareas similares. Yo era buena estudiante, destacaba en dibujo y lectura.

   De jovencita mis asignaturas preferidas eran la literatura y la física. Era un poco rarita. Al final venció la primera y he necesitado estar en contacto y utilizar medios de expresión como la fotografía, el dibujo, la pintura y la escritura como acompañantes en el viaje de la vida y en el intento de comprender cómo funciona el mundo y yo misma, pero me faltaban códigos y mapa.

   Tuve la opción de estudiar —lo cual agradezco— pero hasta un punto: el que consideraba mi padre que era suficiente. No entendía que la hija de un obrero pudiera ir a la universidad, así que tuve que trabajar (aprobé unas oposiciones) y estudiar (Literatura Española) y no solo eso: tenía tantas ganas de todo que comencé a salir y trasnochar. Claro que mi padre ya no podía decirme nada: yo había comprado mi libertad. Pobre hombre y familia, lo llevé al límite de su paciencia.

 He viajado a muchos lugares lejanos por mi cuenta (en casa ni se enteraban), otra de mis pasiones desde que pude pagármelos.

   Siempre he pertenecido a distintas asociaciones de la ciudad: culturales, trotamundos, grupos de montaña y esquí, e internacionales.

   Y cuando llegó la maternidad, aparqué durante un tiempo mis inquietudes, dejando solo la pintura. Era el viaje más deseado y tierno, y una de mis mejores aventuras. Tuve que viajar y vivir en el extranjero para poder traer a mi pequeño.

   El viaje de la vida continuaba y yo seguía sin saber bien cómo funcionaba el mundo y yo misma, así que después de múltiples actividades hacia el exterior, comencé un viaje largo hacia mi interior, que resultó ser determinante para la persona que soy ahora. Mi segunda aventura, otro viaje sin mapa, intenso y satisfactorio, después de la de mi hijo. Me hubiera gustado haber empezado al revés en mi vida, hubiera sido otra, o tal vez la misma, pero lo importante en vez de qué es lo que se vive, es el cómo, y eso si hubiera sido diferente.

Marian Marqueta

   Nací un 10 de abril del siglo pasado y soy la menor de tres hermanos.

   Toda mi familia es de Zaragoza, de una ciudad en la que al salir del colegio Íbamos a jugar a la calle con nuestro pan con chocolate.

   Infancia triste marcada por la prematura muerte de mi madre.

Estudié en Santo Tomás de Aquino, por aquel entonces colegio liberal y laico pero aún así recuerdo el mes de mayo rezando a la Virgen más que estudiando. Terminé el bachillerato en la academia Cima donde prepare la selectividad, desde siempre quise estudiar Medicina y así lo hizé.

Terminé la carrera en un tiempo difícil donde el trabajo escaseaba y fue difícil encontrarlo.

   He sido Médica de Familia durante 33 años, mi primer destino fue Fabara y el último en Centro de Salud Actur Sur donde he tenido la suerte de tener como pacientes a María y Alfredo que me hablaron de esta fantástica idea en un momento de mi vida en que estaba empezando a plantearme mi futuro en soledad. Estoy divorciada y tengo un hijo que me ha dado dos nietos: Alicia y Daniel.

   Mis aficiones son: lectura, cine, teatro, reuniones con amigos y sobre todo viajar, me he recorrido medio mundo desde Canada a Vietnam aunque ahora que ya me van fallando las fuerzas me voy quedando más cerca.

   La idea de afrontar esta última etapa en compañía me parece muy interesante, a pesar de todas las dificultades, ahí estaremos haciendo camino al andar.

Pepa A.

Los viajes

Dos han sido los viajes más extraordinarios que he realizado hasta ahora en mi vida.

El primero, allá por el 78, a Marruecos y el segundo, en el 87, a Zaragoza. En los dos coincidió la Estación de Origen: Murcia.

Murcia es una pequeña ciudad en la que destaca la luz y los olores, además de una muy buena gente que me impulsaron a andar, valorar lo más justo que consideraban y reflexionar sobre lo que me rodeaba.

Una de las frases más antiguas que perdura en mi memoria era la que mi madre repetía a mi padre: “Pepe, nuestras hijas estudiarán porque bastante tontos hay con nosotros”.

Mi madre, con sus escasas cuatro reglas y valores socio-culturales de la época, creía que en las escuelas y universidades era donde se salía de la ignorancia y alcanzaba la sabiduría para ser autónoma, alcanzar metas y ser más feliz. Razón tenía, aunque poco a poco fue descubriendo y enseñándonos que además de estas escuelas, estaban las de la Vida y la Voluntad.

En aquel primer viaje al extranjero, a Marruecos, repleto de exotismo, sensaciones y sorpresas, descubrí y empecé a vivir mi gran amor por los Viajes y lo Diferente. Amores que se han ido consolidando, he mimado, sufrido en muchas ocasiones y disfrutado a tope a lo largo de toda mi vida tanto personal como profesional.

Mi segundo gran viaje fue a Zaragoza. Tierra inmensa, generosa y repleta de bellezas naturales y humanas, que me ha colmado más de media vida, a partir de un destino laboral elegido. Este Aragón me ha dado dos tesoros de hijas estupendas, valiosas relaciones y una gran familia de amigos a través de la Asociación Cultural Tertulia Albada, con quien he y sigo danzando y rodando por una impresionante variedad de terrenos y caminos, todo lo cual hace sentirme una gran privilegiada llena de satisfacción.

Hace dos años, en el 2020, coincidiendo con muchos acontecimientos e inicio de mi etapa de jubilada, aparecen en mi vida LAS CRISÁLIDAS una serie de personas con las que comparto ideas y formas de vida presentes y futuribles. Personas cargadas de calidad de vida y humana, ilusiones y antiguos proyectos de convivencia dejados atrás por mi.

Me dije: ¡¡¡Qué gran oportunidad!!! Y ciertamente, ¡¡¡cuánto estoy aprendiendo, qué a gusto me siento con estas nuevas amigas Crisálidas!!! ¡¡¡Cuántas ideas, deseos, incertidumbres e ignorancias comunes, respecto a un proyecto de vida en común y colaborativa!!!. Y fui adentrándome en picado en un grupo variopinto y diverso con el que me identifico y emocionalmente me fortalezco, en un porcentaje muy muy alto.

Más la vida es juguetona y como un arma de doble filo. Se empeña y me hace mirar y reflexionar sobre mi presente y futuro.

Y aquí estoy, en taquilla, reflexionando sobre mis proyectos de vida, la voluntad, los temores, lo diferente, la convivencia, lo emocional… , en definitiva sobre el tercer Viaje más importante de mi vida, que supondría el retorno hacia mi estación de origen.