María Carmen Plou

Soy de Teruel

Nací en 1955, en Blesa, un pequeño pueblo de los confines de Teruel, donde de niña bailaba encima de los zapatos de mi padre, que tenía un rio, una escuela con niñas con quienes jugar a la comba y una maestra amable que me impulsó a sentir que de mayor sería maestra. Pero las niñas emigraron, el río fue trasvasado a través de un canal, yo continué el estudio por libre del Bachillerato y no fui maestra.      

Así pues, no acerté a imaginar cómo sería mi vida, que ha ido sucediéndose y adaptándose a las circunstancias que llegaban, esas a las que doy un sí silencioso, a veces apenas perceptible, y que van marcando mi disponibilidad y mi pertenencia.      

El modelo de una amiga me inspiró para trabajar en una oficina y después, también emulándola pasé a trabajar en la Universidad por casi 43 años, donde de inmediato conocí la existencia de viajes maravillosos, de psicólogas, la importancia del cuidado personal… y se abrió una etapa de enriquecimiento y constante superación en un gran colectivo humano.    

 Por otra parte, mi entorno familiar se amplió con mi pareja (José Antonio, que murió joven) y mis hijas Esther y Beatriz, y hoy con mis nietos Martín, Úrsula y Ernesto, y siempre he estado cercana a la vida de mis padres y hermanos. Y ampliando el círculo de relaciones, formo parte de una extensa familia política, de los vecinos de mi barrio donde todos nos conocemos y un poco más tarde del grupo de amistad de la Tertulia Albada y de las danzas.      

Decir “la tertulia” es referenciar otro capítulo importante de mi vida donde me sentí pertenecer desde el momento cero. Mis aficiones cobraron fuerza en esta etapa, a veces estimulada por el grupo, otras sintiendo que yo formaba parte de su engranaje de funcionamiento. Y siempre con el modelo de conjuntar en el abanico de actuar la familia y la amistad.

Mis placeres son sencillos: ir en bici es casi el primero, pues si soy capaz de subirme al sillín, otro mundo se abre ante mi, existiendo solo el momento presente, y me ha llevado desde disfrute de ir y volver al trabajo, hasta el de recorrer algunas de las vías ciclables importantes de Europa. En este placer se unen ejercicio, aire libre, amigos, familia y viajes ¿qué más se puede pedir? Y las danzas del mundo, en pugna

por el liderazgo con la bici, han sido otra de mis grandes pasiones, conjuntándose en las mismas también los amigos, mis hijas, el aire libre, la música, el movimiento y los viajes (me repito, pero así es).

Y entre los mejores regalos que he recibido están los aprendizajes que las personas y los libros me brindan y que absorbo selectivamente, y por supuesto, saberme querida, sentirme querida, quererme a raticos. Y el compartir un baile, una danza de la mano, un paseo, una tarea, un viaje, una comida, una llamada telefónica o un ir al cine. Y por todo ello, en uno de mis perfiles está la imagen de un diamante como recuerdo y gratitud por los destellos que me han sido brindados y que me constituyen, aunque no los recuerde exhaustivamente.

¿Y Las Crisálidas? Sois un grupo que siento abierto y disponible y con el que aún han de crecer las relaciones personales y hacerse realidad los nuevos proyectos que nos unan. No sé si me cuesta soltar amarras o lo que me cuesta es anclar nuevas ilusiones, pero estoy disponible, aunque tenga una vida ocupada todavía.      

Estoy contenta con lo vivido hasta aquí y creo que no tengo prisa ni miedo a morir y tampoco deseo vivir más allá de una vida relativamente sana, aunque la llegada a la vejez, esa a la que poco a poco me voy acercando y que mi nieto percibe (“Yaya eres muy, muy vieja”) me da un poco de vértigo, e intuyo que estando cerca de iguales será más gratificante. El factor suerte y la cercanía de los demás ha estado de mi parte muchas veces, como siento que seguirá siendo a través de Las Crisálidas. Gracias por estar ahí. Seguiremos conociéndonos y compartiendo.

Ángela R.

Primera Etapa

Nací en Tarazona a mitad del siglo XX, una infancia de posguerra, aún con cupones de racionamiento, con muy pocas cosas, como la mayoría de la época, pero feliz, mucha calle, campos, aventuras y chandríos infantiles que la disfruté.

Mi padre tenía una imprenta que, yo aun muy joven, tuvo que cerrar, asfixiado por los “nuevos amos de la ciudad” que no les gustaba su ideología, sobrevivimos la familia haciendo jerséis con dos tricotosas caseras.  Mis padres no eran de los que querían que sus tres hijas tuvieran en su prioridad casarse, ellos querían que estudiáramos, y lo consiguieron, yo hice bachiller elemental, libre, examinándome en Calahorra, y magisterio que también dependía de las Anas de Zaragoza, ambas cosas nos preparaban las monjas, que era el único camino a poder estudiar las chicas en Tarazona, pues el IES era solo para chicos, a no ser que tuvieran dinero para llevarte a estudiar fuera, que no era el caso. Mi ilusión de estudios no era magisterio, era estudiar Matemáticas, mas tarde ya en Madrid, nocturno, hice estudios y empecé la carrera y más tarde estadística pero nunca pude acabarlas.

Segunda etapa

A los 17 años recién cumplidos salí a trabajar, mi primer destino fue La Alfranca, Escuela Unitaria con 40 alumnos, y al siguiente me fui a Madrid, donde en esta ciudad y Aranjuez estuve 10 años que cambiaron mi vida y mi destino. Los curas obreros de Moratalaz y mi cuadrilla de jóvenes, hicieron que pasara de “pija” a “progre”, cambió mi visión de la

sociedad, mis intereses de vida y junto con ellos luché por la democracia y la libertad, milite en la “plataforma de Moratalaz”(como una Asociación de Vecinos) y ORT (partido comunista-leninista), ambos, claro, clandestinos y viví muy de cerca esa cacareada transición que, cuando la cuentan, para nada tiene que ver con los acontecimientos y realidades que yo viví, con mucha acción e intensidad. Fundé, al amparo de mis amigos, dos colegios. Uno en Moratalaz COIS (Cooperativa Polígonos I y S) Siglo XXI, y Trabenco (Trabajadores en Cooperativa) en Zarzaquemada Leganés, también con ellos descubrí otras formas de llevar mi trabajo en la enseñanza, métodos Freire, Freinet… enseñanza asamblearia, creativa, motivadora… que también dejaron una huella para siempre. Viví hasta muy mayor siempre en pisos compartidos, variados y muy divertidos. Se puede decir que este inicio de mi juventud fue plena y rica en vivencias de la que siempre he estado muy orgullosa.

Tercera etapa

A los 28 años 1978 ya en democracia recién estrenada, me vengo a Zaragoza por razones personales. Esta etapa de mi vida la mas larga unos 30 años, se caracteriza por mi actividad social (siempre en la calle, reuniones, manis, huelgas….), ORT-PTE hasta que se disolvió, algún tiempo en IU, sindicatos STEA, UGT, CGT

(tres  años liberada sindical), casi todas las luchas de la época, pacifismo; colectivo de la paz y el desarme. Ecologismo; antinucleares, bajada del Ebro, Ecofontaneros: anti-chales del Moncayo, línea de alta tensión: Gistain-Madrid- escalada a la torre de Madrid, Paris escalada a la torre Eiffel, bajada del Ebro, Antimilitarismo y objeción fiscal y de conciencia. Feminismo. Solidaridad internacional, viaje a Nicaragua. Marchas contra las bases americanas. Marchas por la Paz….en fin interminables actos, acciones y participaciones.      En la enseñanza, aparte de la acción sindical fui muy activa en la EVA (Escuela de Verano de Aragón), participé en su Permanente y en todas sus jornadas de verano. En mi trabajo estuve en muchos pueblos que muchas veces los elegí por estar en el medio rural, casi siempre viví en ellos. A ver si me acuerdo de todos: La Cartuja, El Burgo de Ebro, Tierga, Illueca, Gotor, Malanquilla, Novillas (de aquí luego 3 años en Zaragoza, Hermanos Marx), Vera de Moncayo, Juslibol, Castejón de Monegros, Almudevar, Grañén y desde 1998 hasta 2010 (jubilación) dos colegios en Arrabal-Picarral.      Lo rural fue estupendo en mi trabajo, muy satisfactorio, pero en la vida vecinal agridulce, encontré personas maravillosas pero también un entorno social que me hizo muchas veces estar a la defensiva, alerta ¡nada cómoda!.

Cuarta etapa

¡Y vino mi hijo en 2007! Otra etapa totalmente distinta, me convertí en madre cuidadora (también de la mía), acompañante de su vida: futbol, entrenamientos, fiestas, deberes … lo propio de mi nueva situación, conocí a padres y madres mucho mas jóvenes que yo, con ideología (o sin ella) distinta a la mía, que me hicieron ver otra realidad de ver la vida y  

el mundo, ese que siempre quise arreglar, me bajé de mi espacio al suyo y me enriquecieron con muchas cosas. Así han pasado 14 años y se ha hecho mayor…, sigo manteniendo mi ideología y colaboro, actualmente algo con ZEC (Zaragoza En Común) y memoria histórica de Tarazona, cuando veo que puedo ser necesaria o simplemente pienso que debo estar, pero ya sin ninguna obligación en mi cabeza.

¿Última etapa?

La etapa que viene por delante, mi verdadera jubilación, aun está por construir, son los inicios y me gustaría que fuera junto con este grupo ilusionante, pues aunque no es mucho tiempo que a la mayoría os conozco, es positivo mi sentir hacia todos vosotr@s, y poco a poco soy parte de este proyecto conjunto, hacia una vida de sosiego, activa y enriquecedora convivencia y ¿por que no? de Felicidad, que yo estoy convencida que tod@s nos merecemos.

Fernando Bel

Semblanza:
Descripción física o moral de una persona, generalmente acompañada de una breve biografía.
Retrato o bosquejo biográfico de una persona.

Hola a tod@s. Recién aterrizado en Crisálidas, me dispongo a dar forma escrita a una petición recibida: escribir mi semblanza. Es difícil pues hablar en público de uno mismo no deja de ser un acto de desnudarse ante los demás y con el paso del tiempo cuesta mucho despojarse de aquellos ropajes que le envuelven y protegen e incluso forman su propia piel.        

De entre las dos definiciones encontradas, me he decantado por la segunda (RAE) ya que una descripción física sería incapaz de realizarla puesto que ni yo mismo me reconozco cuando me miro al espejo de un día para otro y la disociación entre lo que veo y la imagen que yo creo que tengo de mí, es abrumadora. Y en cuanto a una descripción moral, también me sería muy difícil y además me la cuestionaría al momento porque con mis años ya me he planteado muchas veces qué es la moral y cuál es mi moral ante los continuos hechos que se suceden día a día.      

Uff… demasiado complejo y una diatriba filosófica permanente. Así que me decanto por escribir una breve biografía, si es posible, porque con 62 ya bastante pasados, los hechos biográficos son innumerables y además, según el día y el estado de ánimo, algunos, totalmente variables. Seré práctico y trataré de resumir mi vida de forma que evite las fechas y un listado de enumeraciones, si puedo.      

Nazco en Alcañiz en la grisácea postguerra y tras una infancia de juegos en la calle, a la salida del colegio, de canicas y de “churro va”, de escondites y una adolescencia de risas y diversiones con los amig@s de la pandilla en los “cachirulos” donde los bailes agarrados se sucedían con los primeros pitillos mentolados, comienzo mis estudios en Zaragoza. Allí todo cambia y tras dos cursos de “estudios” y “diversión”, abandono la ciudad y vuelvo a Alcañiz para trabajar.      

Tras cuatro meses de trabajo y soportando el rigor del clima del Bajo Aragón, en verano, aprendo la lección más importante de mi vida y decido retomar los estudios, pero esta vez me voy a Teruel donde a la vez de estudiar también trabajo y comienzo a entender de qué va la vida. La crisis de los ochenta me coge de lleno y mi única alternativa consiste en opositar.      

Tras encerrarme un año apruebo la oposición para maestros en Barcelona. Mis primeros puestos de trabajo son en barrios obreros del cinturón de la ciudad, lo cual me facilita conocer a un tipo de alumnado con el que he trabajado toda mi vida, excepto cuatro años en el medio rural. Tras treinta y cinco años trabajados, la mayor parte de ellos en los IES de Zaragoza con alumnos desfavorecidos, me jubilo con mis hijos ya mayores, que no independizados totalmente, y alterno mi vida con mis estancias en Zaragoza, de donde soy, y Ayerbe, donde puedo disfrutar sencillamente de la naturaleza.      

Mis aficiones son tantas, tan variadas y me ocupan tanto tiempo que no puedo desarrollarlas todas. Pero si me decantase por alguna, esta sería la de viajar, que me obliga a leer, fotografiar, conocer, aprender y también a hacer bricolaje en mi furgo. Es tan completa, intensa y motivadora para mí que embarga mi vida y constituye en gran parte mi motor vital.

 En esta última etapa, cuando uno toma conciencia de su libertad y la ejerce sin miramientos y la soledad asoma en cada rincón de la casa, es cuando conozco a Crisálidas y veo una gran oportunidad de crecimiento y motivación personal. Conocer, aprender y compartir un bonito proyecto de vida, cuando todo esto parecía ya desvanecerse, con personas inquietas con una enorme experiencia y sabiduría y también viajeros, como yo, de la vida, es no menos que apasionante.

   Gracias por vuestro acogimiento y espero poder aportar un pequeño grano de arena a este proyecto.

«Ten siempre a Ítaca en tu pensamiento.
Tu llegada allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Ítaca te enriquezca.
Ítaca te brindó tan hermoso viaje.”

Konstantino Kavafis

Lucía Paúles

Vivencias

Me llamo Lucía Paúles Sanagustín y soy la mayor de cuatro hermanas, tres muy seguidas y otra 12 años menor. Soy de Sabiñánigo, pueblo industrial y con trabajo al que venían trabajadores de todas las provincias de España.

Mi infancia son recuerdos de unos inviernos fríos y largos, con grandes nevadas y calles heladas de noviembre a marzo, donde más que caminar tenías que patinar. Y unos veranos alegres, bañándonos en el Gállego, mientras nuestras madres lavaban y alguna vecina gritaba a su hijo intrépido “Antoñito ven acá, que como te afogues, te mato“. El Gállego era un río caudaloso con el deshielo, lleno de vida, con fuerza, hasta que hicieron el canal y lo mataron. Mi casa limita con el río y la montaña, quizá de ahí me viene mi amor por la naturaleza. Cuando el sol bajaba, mi calle se llenaba de críos —30, 40 o más— y de los vecinos mayores que a veces participaban de nuestros juegos y correrías. Después de cansados de correr venían las historias de las personas mayores hasta por lo menos las 12 de la noche para aprovechar la fresca. Mi calle era especial. Ahora está casi vacía de gente pero llena de coches, no es lo mismo.      

Mi formación, siempre en centros públicos. En la escuela había niños de todas las regiones y al principio a veces era difícil entenderles en sus dialectos, pero fue interesante comprobar que había otras formas de vivir y de hablar. La alegría de que el instituto por fin fuera también femenino, en mi caso única manera de poder hacer el bachillerato, que hacía muchos años que era masculino. Alegría también porque muy pronto me di cuenta de que estudiar era la única forma de salir de las fuerzas de toda la sociedad que empujaban a la mujer como único destino a ser ama de casa. ¡Con la cantidad de trabajos que podían elegir los hombres! En la Universidad Laboral de Cáceres, a media pensión, me diplomé en Empresariales, a casi 1000 km de mi casa y donde la comunicación más rápida entre ir y volver una carta era como mínimo de 14 días, (igualico que ahora con los móviles…). La licenciatura la hice en la Universidad de Zaragoza. Siempre con becas y, para completar ingresos, trabajando en verano, además de compartir pisos e incluso habitación, en todos estos años con 25 o 30 compañeras. Así que creo que tengo también un master en compartir y convivencia. No he sido empollona pero si muy curiosa, por lo que todas las asignaturas me parecían interesantes, y mi favorita la educación física para poder jugar y correr.

Más adelante, ya trabajando me hice censor jurado de cuentas, mundo copado por los caballeros, todos trajeados en oscuro y encorbatados. Esa era mi manifestación diaria, simplemente mi presencia, haciendo un pequeño hueco donde las mujeres pudieran colarse. Es verdad que después de 40 años hay muchas mujeres, pero también que casi siempre vienen de la mano de sus padres o compañeros.      

Mi vida laboral: durante 40 años he sido asesora de pequeños empresarios en contabilidad y fiscal, en teoría, pero en realidad de cualquier tema empresarial que quisieran preguntarte. Los cinco primeros años por cuenta ajena, en conjunto los más felices. Los 35 siguientes, como autónoma, ganas de complicarse uno la vida.

En lo profesional puedo decir que he cerrado el círculo y comprobado que es mucho más fácil reivindicar que te den un trabajo digno que ser capaz de proporcionártelo a ti misma y proporcionarlo a tus empleados. En los picos de trabajo, quien tiene que cargar con las horas extras es uno mismo, ya que el horario del trabajador hay que respetarlo. Contenta con lo realizado pero muy duro nadar a contracorriente, te agotas. En lo personal no he cerrado el círculo: soy hija pero no tengo hijos, no me ha dado tiempo de tenerlos y mucho menos me hubiera dado de criarlos.        

Mis aficiones o, como dice la canción, ¿a qué he dedicado mi tiempo libre? Siento que he tenido poco tiempo libre. Me hubiera gustado tener más. Me gusta leer, me siento amiga de los libros. A veces es bueno tener poco dinero y con 25 pesetas al año ser socia de la biblioteca de tu pueblo y sentirte, en tu ignorancia, astrónoma solo porque ya has leído todos los libros sobre el tema de la biblioteca, en realidad solo tres: la luna, el sol, y la vía láctea, no había más. A veces me gustaría poder leer todos los libros del mundo, aunque sé que es imposible. Me gusta estar en contacto con la naturaleza, senderismo, playa, montaña. Conversar, filosofar con los amigos o cualquier persona que te encuentres por el camino, que la vida te sorprenda, me he encontrado gente muy interesante. Viajar, sobre todo si es por tu cuenta, para poder conocer gentes diferentes. Si viajas con agencia, al final todos son españoles. He practicado yoga durante muchos años, me gusta. Y también,cuando he podido, he intentado aprender cualquier tipo de bailes: danzas, tango, latinos, sevillanas…      

Confesiones: sufro frecuente jaquecas —por si algún día estoy algo rara—, soy algo sorda —por si no me entero de algo o grito demasiado al hablar, pensando inconscientemente que a los demás también les falla el oído—, y bastante despistada, ¿quizá vagando por los mundos siderales?        

Mi última etapa, ilusionada con nuestro proyecto, ¿quizá otra vez ganas de complicarme la vida abriendo nuevos caminos? Espero, con la ayuda de todas las crisálidas conseguir nuestros sueños sin demasiado esfuerzo y poder disfrutar de nuestros años en común contentos con lo conseguido.

Maribel Oliver

Retazos de vida

Soy una mujer nacida en los 60, que pasó su infancia disfrutando de la vida en el pueblo durante el largo verano, en un Teruel en el que todavía había gente todo el año, y que crecí en la cultura del trabajo y del esfuerzo. Hija de obreros, que me educaron y apoyaron para que me formará en la universidad y tuviera un futuro con más opciones de las que tuvieron ellos.    

Pronto empecé a trabajar y he tenido la suerte de que mi trabajo me apasione y consiga que me implique totalmente. Junto a mi pareja hemos formado una numerosa familia con tres chicos que ya son adultos y casi independientes.

Durante toda mi vida he tenido una gran ilusión, viajar, conocer mundo, gentes…, y disfrutar de todo lo que me rodea. Aunque me incorporé tarde también he disfrutado mucho, y pienso seguir haciéndolo, de los paseos y rutas en bicicleta con gente estupenda que siempre me aporta.      

En este momento de mi vida, aunque aún esté activa laboralmente y todavía tenga hijos en el “nido”, he empezado a pensar en cómo quiero que sea mi futuro, y creo que quiero estar con personas con las que me encuentre bien y con las que pueda compartir vivencias, aportando y recibiendo cada día y, en definitiva, viviendo tranquila y feliz.    

 Estas líneas son un pequeño esbozo de mi vida que comparto con vosotros, que espero y quiero que forméis parte de ese futuro que nos espera.

Caco

Me llaman Caco porque mis hermanos pequeños me llamaban Camen, Macamen y Caco, los niños son cacofónicos

Al final me quedé con Caco, pero en DNI soy María del Carmen Sanz Foz. Nací en Zaragoza en un mes de agosto a mediados del siglo pasado. ¡Me gusta esta ciudad!      

Estudié en colegio de monjas ¡cómo no! Luego, el instituto. Como soy la mayor de siete hermanos, me tocó la responsabilidad de ser segunda madre y esto es difícil si eres una niña, aunque supongo que después me ha servido para ser como soy.  

De joven trabajé de cuidadora, acompañando a personas invidentes o mayores y como dependienta en el verano y navidades. A la vez estudiaba en horarios nocturnos, ya que en casa se necesitaba mi aportación.

Mi padre trabajaba por las mañanas en la Confederación Hidrográfica del Ebro y por la tarde hacía el taxi. Mi madre daba clases de francés y tricotaba preciosos trajes de punto para bebés. Cuánto agradezco lo que trabajaron para sacarnos adelante y pasarnos un ejemplo de vida.

Por fin me coloqué en una clínica dental, trabajo en el que he estado hasta la jubilación, primero como higienista y luego como ayudante en cirugía.

Mis aficiones son viajar, la fotografía, la música (sobre todo el jazz) y la montaña, donde he tenido la suerte de organizar durante unos años la sección de mi club y conocer a grandes amigas y amigos.      

Recuerdo con nostalgia las vacaciones en el Valle de Hecho con la familia y amigos. Me encanta bailar danzas del mundo, el cine, la lectura.

En mi habitación infantil tenía una pequeña librería con libros de aventuras y viajes que leía de noche debajo de las sabanas, con linterna para que mi madre no viera la luz. También me gustaba ir a los hospitales a leer a las personas que no podían hacerlo.  

Estuve casada, ahora divorciada, feliz con la vida que llevo después de superar peores circunstancias, aunque la felicidad son ratos y momentos muy ligados a la superación de los problemas que podamos tener y aprendiendo cada día.      

Muy ilusionada en el proyecto que tenemos entre manos, al tiempo que preocupada por cómo llegaremos a conseguirlo, pero entregada a la causa, con la ilusión de ir conociéndonos y hacer un buen grupo para la vida en común.      

Nunca olvido que… “La vida es eso que pasa mientras hacemos planes de futuro”.

Concha Nasarre

Con los pies en el suelo y la cabeza en los cielos

La verdad es que no me gusta mucho hablar de mí misma. Ni escucharme. Ni escribirme. Y no sé si empezar por el principio o por el final, porque todo está interrelacionado y no sería la que soy sin lo que he vivido.        

Nací en noviembre de 1957. Soy una sagitario que se identifica con su signo: emprendedora, viajera, optimista, independiente y cabezona. Si me propongo algo voy a por ello hasta conseguirlo, pero nadie me obligará a hacer nada que no quiera o me parezca injusto.      

Ya de niña me encantaba leer. A los siete años dije que de mayor quería ser lectora, y, como parece que no fue sólo una gracia de niña, estudié Filología Hispánica y he dedicado los 37 años de mi vida profesional a ser bibliotecaria o a trabajos relacionados con los libros en distintas instituciones. Siempre en Zaragoza.      

Y ahí viene otro de mis rasgos: nací en Zaragoza, siempre he vivido aquí, y llevo la ciudad en el ADN. Aunque he tenido periodos de desapego (en la juventud), ahora sé que no podría vivir en otro lugar. Es mi casa, la conozco bien, y me muevo por ella como por territorio aliado.

Para mí la ciudad no es sólo la geografía, sino su vida, sus gentes. Por supuesto los amigos, la familia, los compañeros de trabajo. Pero también todo ese tejido social con el que colaboro y he colaborado.      

Mis padres eran conservadores, pero durante toda su vida, prácticamente hasta su muerte, participaron en distintas asociaciones y colectivos. Eso es parte de mi herencia. Desde que entré en Scouts cuando era adolescente, toda mi vida he participado en organizaciones que promovieran una justicia social en un aspecto u otro. He sido activista en movimientos ecologistas, organizaciones de derechos humanos como Amnistía Internacional, de desarrollo como Fundación Vicente Ferrer…, he participado en la Coordinadora de Organizaciones Feministas, en la Federación de Barrios…y muchas otras, algunas de ellas dedicadas al fomento de la lectura y la cultura.      

La lucha contra el trasvase me llevó a hacerme militante de Chunta Aragonesista, donde permanecí más de una década y tuve cargos(= cargas) orgánicos, institucionales y de representación. Esos años aprendí mucho sobre la naturaleza del género humano, conocí “La red profunda” de la ciudad, y descubrí la diferencia entre intentar cambiar las cosas desde la oposición y la calle, y tener en tus manos la posibilidad de cambio.      

Mi padre era un intelectual al que le hubiera gustado que yo fuera una erudita al estilo de las del siglo XIX. Mi madre era ama de casa y habilidosa. De esa síntesis, cada uno tirando para su lado, yo soy predominantemente intelectual, pero me encanta hacer todo tipo de manualidades. Me descansa, relaja, y siempre tengo que tener algo entre manos.      

Me apasiona todo lo relacionado con el poder de la mente, lo esotérico, y creo en lo que no se ve casi tanto como en lo que se ve. Intento descubrir recursos que me ayuden a vivir mejor. Utilizo la aromaterapia, la meditación…y no voy a desvelar todos mis secretos.        

Y creo que va siendo hora de terminar.      

Lo más importante de mi vida: mis dos hijos.      

Lo que me da más miedo: la muerte, la enfermedad, el sufrimiento de las personas a las que quiero.    

Cuando teníamos 20 años, con las compañeras-amigas decidimos montar una comuna. Nos sentíamos “hippies”. Iríamos a vivir al campo. Sólo había un problema: no nos poníamos de acuerdo en los chicos a los que invitaríamos a vivir con nosotras. Porque, eso sí, queríamos uno para cada una. En menos de dos años todas teníamos novio y el sueño comunal se había desvanecido.      

Ahora parece que el sueño ha vuelto, madurado, seniorizado, capitalizado, pero algo pervive: el deseo de una vida en común, de compartir, sonreír, disfrutar, vivir en paz.

Javier Vicente Martín

   Me llamo Javier Vicente Martín y como tengo que decir siempre Vicente Martín son apellidos. Nací el año 54 del siglo pasado en Used (Zaragoza). A resultas de una epidemia de poliomielitis que hubo en los años 50 dicen que soy minusválido, término que a mí me parece insultante, prefiero el adjetivo tradicional de cojo. En la escuela nacional-católica nos colocaban por apellidos lo que me permitió, lejos de los maestros, vivir en Babia, pensar en las avutardas y estar en la higuera. No obstante espoleado por las motivaciones del entorno familiar “como no vales para trabajar bien tendrás que estudiar” conseguí en una especie de competición de obstáculos, selectiva, aprobar el ingreso de bachiller, la reválida elemental y la superior y acceder a la universidad franquista donde después de algunos conflictos que me apartaron unos años del Templo de la Sabiduría y ya de por libre conseguí la Licenciatura. Soy Licenciado en Ciencias Inútiles sección Geografía e Historia. Casado, con una hija y tres nietos. He sido durante casi treinta años profesor de Secundaria en distintos centros públicos de Aragón.

   He publicado algún libro, por ejemplo,Imágenes de la Historia. Recorrido por la Historia del Mundo Contemporáneo en diez películas y he sido comisario junto con mi amigo Herminio Lafoz de la exposición La escuela del siglo XX: educar ciudadanos o educar súbditos que se realizó en el Centro de Historia en 2007. Actualmente publico dos blogs: aprendizdeacuarelista.blogspot.com con acuarelas comentadas y haikus hechos a propósito de ellas; y otro calendariorojoynegro.blogspot.com con el proyecto Calendario Rojo y Negro que hacemos un grupo de 7 compañeras/os para recordar y homenajear a las/los que lucharon por conseguir una sociedad igualitaria.

   Me definiría a mí mismo como un perverso polimorfo, entre mis abundantes y variadas perversiones estarían: viajar, la lectura, oír música, el cine, cocinar, el vino, conversar, un acusado sentido del humor hasta ahora no condenado, pintar acuarelas, perpetrar haikus y procurar actuar coherentemente con lo que pienso, así pues soy ateo y apóstata ya que en el único dogma de la iglesia en el que creo es en la infalibilidad del Papa: el Papa es infalible, se equivoca siempre; luego, con un poco de suerte alguno de sus sucesores al cabo de setecientos años subsanar el entuerto y en algunos casos pide perdón. He estado casi toda mi vida encaminando mis pasos jacarandosos o tartajeantes mediante la dialéctica hegeliana de la tesis, la antítesis y la síntesis pero ahora ya es más bien la ortesis en mi pierna derecha la que asegura mis pasos.

   Mi lema de actuación en la vida es en caso de duda siempre a la izquierda (in dubio semper siniestra). Actuar de acuerdo a este lema me coloca a veces en situaciones un poco complicadas, por ejemplo cuando me incorporo, conduciendo el coche, a una rotonda y no encuentro la forma de salir, menos mal que Avelina es paciente conmigo. Mis inquietudes sociales hacen que esté afiliado hace muchos años a CC.OO., I.U. y Amnistía Internacional. Afectivamente he tenido la suerte de aprender mucho de las mujeres que me quieren o han querido, porque definitivamente solo se aprende de los que te quieren.

   En la actualidad estoy muy ilusionado con llevar adelante junto a mis queridas compañeras/os de Las Crisálidas nuestro proyecto de viviendas colaborativas para poder autogestionar una plácida vejez activista y de apoyo mutuo, viviendo acompañados y sin depender de nuestras familias. Por supuesto desde estas líneas de nuestro Boletín invito a todas y todos los amigos y conocidos a que se informen y se involucren en este hermoso proyecto: lascrisalidas.es

María Yus

La chica que soñaba en colores

En aquellos años grises de mi adolescencia y primera juventud, yo soñaba en colores. Quizá eso me salvó de caer en la filosofía maniquea que me rodeaba. Todo lo que me gustaba estaba mal visto. Por eso, al poco de hacer la primera comunión dejé de pasar por el confesionario que me amargaba la vida. Soñar despierta en colores me daba oxígeno ante a una realidad mezquina, me llenaba de energía para nadar a contracorriente. Sí, era una chica rara en mi entorno. Por la noche, bajo las sábanas con un transistor, escuchaba en emisoras extranjeras la música prohibida. Recordaréis Je t’aime moi non plus, por ejemplo. Y lo último de la música que me llegaba de los festivales contra la guerra de Vietnam con aquellos hippies vestidos de flores de colores, como mis sueños. De ahí nació una rebeldía contra el sistema difícil de gestionar con mi mundo exterior.      

Mala estudiante, contestona. Para mi padre era una avispa roya por mi terquedad. Pero claro, cómo explicarle que soñaba con estar en el festival de Woodstock. Eso se quedaba para mí como un sueño imposible. Pese a todo, trabajé desde los catorce años en una fábrica de zapatos y cumplía sin esfuerzo con mi obligación de entregar en casa el sobre con la paga semanal, imprescindible para llegar a fin de mes. Qué menos después del ejemplo del trabajo incansable de mis padres para sacar adelante a cinco hijos en tiempos de hambre, en aquella larga posguerra.

 Pero sabemos que la juventud lleva adherida en sus genes el ansia de experimentar y vivir el momento, que no desaproveché. Los bailes en los guateques, con Los Brincos, Adamo… los primeros novietes, el primer beso. Tenía la edad perfecta para reír por cualquier cosa, y de disfrutar a pesar de todo. No obstante, mis ideas contrastaban con mi entorno. Amigas que buscaban a toda costa un novio oficinista y con traje mientras que yo, romántica empedernida, anhelaba el amor aunque fuera de un obrero con mono. En consecuencia, me fui escorando a la izquierda, mi sitio desde que tengo memoria. Cambié de amigos y los guateques por carreras delante de los grises. 

Conocí a las mujeres libertarias de la CNT, valientes maestras del feminismo. Y con mis nuevos amigos asistía a los locales donde actuaban La Bullonera, Joaquín Carbonell y el añorado Labordeta. Luego llegaban los vinos hasta las tantas de la noche.

En una quedada conocí a Alfredo. Flechazo a primera vista. Y, mira por donde, era oficinista con traje. Menos mal que mi mala influencia y las ganas de cambio de él hicieran que pronto calzara vaqueros y se dejara barba, para disgusto de su madre. No me equivoqué. Ha sido el compañero tolerante, feminista, con el carácter justo para mantener sus principios y con una gran curiosidad que le ha proporcionado una amplia cultura autodidacta.      

La lectura ha sido uno de mis refugios. Yo no he ido a la universidad, pero en mi familia el culto a la lectura ha sido una constante. Cuentos para la pequeña, tebeos de mis hermanos, novelas del oeste, casi siempre cambiadas o compradas de segunda mano. Más de una vez acompañaba a los tatos al coger cardillos que vendíamos a las amas de casa, limpios de pinchos. Con el dinero que sacábamos nos daba para ir al cine. No podía perderme Godzilla o comprar alguna novela de viejo, La Isla del Tesoro o Huckleberry Finn. Casi siempre lecturas de chicos, la verdad es que me gustaban más que las ñoñas novelas de chicas. La llegada del Círculo de Lectores nos puso al alcance de la mano clásicos memorables. He vivido mil vidas a través de los libros, he bailado en la Plaza del Diamante como si fuera la Colometa y he conocido a Aureliano Buendía en su Macondo natal.

Con el cierre de la fábrica de zapatos me puse a estudiar para paliar mi fracaso escolar y… descubrí que me gustaba. Aprobé oposiciones a pinche de cocina y trabajé en el hospital de Barbastro y luego en el Miguel Servet, donde más tarde cambiaría a costurera. El trabajo, los viajes y la convivencia con Alfredo, fueron conformando una situación de estabilidad construida sobre la base del mutuo respeto. Así, decidimos regalarnos un cielo y nació Alejandro. Le amo, y encima se lo merece.      

Con el paso de los años he ido valorando cada vez más el ejemplo de mis padres. Trabajadores, bondadosos, héroes para mí. Mi casa era tierra de acogida para todo el mundo. Nos gustaba pasar el rato delante de la estufa con la madre de todos, la mía. Ellos fueron queridos y respetados por quienes les conocían. He pretendido imitarlos en la difícil tarea de ser buena persona, no sé si lo conseguiré.      

Hace mucho tiempo soñé en formar parte de un proyecto de vivienda colaborativa. Al día de hoy estamos cerca de conseguirlo un grupo de personas tan llenas de ilusión como yo. No le puedo pedir más al destino. Convivir con los que, sin duda, serán mis amigos, mi familia, es un sueño cumplido. Gracias.

Joselo de Marco

Mi nombre es José de Marco Martínez, (Joselo), nací en el 53 y soy el más pequeño de 8 hermanos. Estudios de bachiller elemental y periplo laboral desde los 14 años hasta los 58 años en el campo de la administración y contabilidad. Comencé “Fisioterapia” en la Universidad de Zaragoza, sin terminar por no poder compaginar trabajo y prácticas, por lo que acabe haciendo” Graduado Social”.      

Ideología de izquierdas que me viene fundamentalmente de la Teología de la Liberación y del Marxismo, donde la búsqueda de la justicia ha sido lo más significativo y pretendido en mi vida laboral y social. He aprendido mucho de la relación con los chavales de mi barrio “La Magdalena” en los años de dedicación en actividades con los mismos, de la Naturaleza a sentir y entender los conceptos de “armonía”, “observación”, “belleza”, “sensibilidad”; también de la experiencia de vida comunitaria en el barrio La Jota, y por supuesto de mi pareja, que comparto la vida desde hace años, mucho de lo que soy en la actualidad.      

Estoy en este proyecto porque creo que el modelo de vivienda colaborativa, puede ser perfecta en el aprendizaje para saber envejecer con dignidad y autonomía necesaria y donde el grupo es fundamental en este proceso de desarrollo personal, para saber compartir, comunicar, empatizar, disfrutar y cuidar. Disfruto y me siento feliz en contacto con la Naturaleza, sea montaña, mar, bosques, etc, con la bicicleta, con la lectura, con la música y con el compartir las diferentes sensibilidades.